La poesí­a tiene un moño negro


Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crí­tica de izquierdas que le llevarí­a al exilio.

El prolí­fico poeta y narrador uruguayo murió ayer en Montevideo a los 88 años de edad. Sus más de 80 obras muestran la coherencia de quien creyó en la ética y fue venerado por distintas generaciones debido a su ética social.

Redacción Cultural
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Benedetti falleció mientras dormí­a.

Figura cumbre de las letras hispanas, Benedetti habí­a sido internado cuatro veces en el último año en Montevideo, debido a diversos problemas respiratorios y la última, durante este mes de mayo, a causa de una complicación general. Recibió el alta médica y regresó a su domicilio tras doce dí­as de hospitalización al agravarse una enfermedad intestinal crónica.

Benedetti deja tras de sí­ una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó «en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda». «í‰l siempre dijo que se sentí­a más poeta que otra cosa», señaló la biógrafa del escritor, Hortensia Campanella, cuando presentó hace unos meses el libro «Mario Benedetti . Un mito discretí­simo», con el que trazó la trayectoria de uno de los mitos de la literatura hispanoamericana del siglo XX y quizá la conciencia poética de todo un continente.

Esa poesí­a se convirtió en el único báculo para afrontar sus últimos años, tras la muerte en 2006 de su esposa, Luz López, su compañera desde hací­a más de seis décadas y su mejor crí­tico.

Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofí­a de Poesí­a Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Menéndez Pelayo, Benedetti abordó todos los géneros literarios, en los que reflejó una mirada crí­tica de izquierdas que le llevarí­a al exilio y a ser, hasta sus últimos dí­as, un firme detractor de la polí­tica de Estados Unidos.

Sus poesí­as fueron cantadas por autores como Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Nacha Guevara o Luis Pastor y sus novelas más famosas llevadas al cine, como «La tregua» (1974) o «Gracias por el fuego» (1985), a cargo del director argentino Sergio Renán.

Este exponente por antonomasia de la llamada generación uruguaya de 1945, la «generación crí­tica», nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de los Toros, en el Departamento de Tacuarembo.

Antes de dedicarse a la escritura, Benedetti hizo de taquí­grafo, cajero, vendedor, librero, periodista, traductor, empleado público y comercial. Todos estos oficios supusieron un contacto con la realidad de Uruguay que fue determinante a la hora de modelar su estilo y la esencia de su escritura.

Tí­tulos como aquel primerizo «La ví­spera indeleble», sus «Poemas de la oficina», el oriental y tan uruguayo «Rincón de Haikus», los grandiosos tres «Inventarios» o las «Canciones del que no canta» se vieron coronados el año pasado con su último poemario, «Testigo de uno mismo» .Este libro vino a ser «un poco el resumen de una carrera poética extraordinaria», con todos los grandes temas de la poesí­a universal desbordando sus páginas, como dijo Sylvia Lago. En esta obra presentí­a ya el final de sus dí­as, sin tapujos, a la vez que insistí­a en la soledad sin su amada Luz y con un mundo reducido.

La poesí­a dejó también mucho espacio para la prosa en la obra de Mario Benedetti y así­ su principal novela, «La tregua», es uno de los grandes faros de la literatura del continente, con más de 140 ediciones en 20 idiomas desde su publicación en 1960.

Benedetti falleció mientras dormí­a en su domicilio y en profunda paz. Poco a poco dejó de respirar», dijo su secretario Ariel Silva, poco antes de que los médicos firmaran el certificado de defunción.

Con motivo de su deceso el gobierno uruguayo decretó duelo nacional y dispuso que su velatorio se desarrolle con honores patrios en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, sede del Congreso, señaló el vicepresidente de la República, Rodolfo Nin Novoa.

POEMA Chau número tres


Te dejo con tu vida

tu trabajo

tu gente

con tus puestas de sol

y tus amaneceres.

Sembrando tu confianza

te dejo junto al mundo

derrotando imposibles

segura sin seguro.

Te dejo frente al mar

descifrándote sola

sin mi pregunta a ciegas

sin mi respuesta rota.

Te dejo sin mis dudas

pobres y malheridas

sin mis inmadureces

sin mi veteraní­a.

Pero tampoco creas

a pie juntillas todo

no creas nunca creas

este falso abandono.

Estaré donde menos

lo esperes

por ejemplo

en un árbol añoso

de oscuros cabeceos.

Estaré en un lejano

horizonte sin horas

en la huella del tacto

en tu sombra y mi sombra.

Estaré repartido

en cuatro o cinco pibes

de esos que vos mirás

y enseguida te siguen.

Y ojalá pueda estar

de tu sueño en la red

esperando tus ojos

y mirándote.