El origen de la migración laboral se encuentra en las desigualdades económicas entre países, aspecto que no pretende ignorar otros factores de carácter sociopolítico y, en el caso de Centroamérica, se deben incluir las implicaciones negativas del conflicto armado interno. La migración de trabajadores y trabajadoras se concibe en la actualidad como un fenómeno inmerso en la globalización. Su significado se encuentra en la siguiente afirmación: «Vemos que las políticas económicas, sociales y culturales, con base en la actual globalización, impiden un desarrollo humano y sostenible» (Foro social de las migraciones (Madrid, 2006).
ccaceresr@prodigy.net.mx
Los países con mayor presencia de migrantes levantan murallas, muros, cercas, e incrementan el número de guardias fronterizos, junto a una sofisticada tecnología, para detener los diferentes flujos de la migración. Se combaten las consecuencias, pero no los factores que permiten la migración. Quienes ocupan importantes cargos en gobiernos de naciones desarrolladas -y sus asesores-, con presupuestos en millones de dólares para tratar de impedir la migración, son incapaces de aconsejar a sus dirigentes la necesidad de impulsar planes socioeconómicos en las naciones menos desarrolladas, con el propósito de combatir la pobreza, lo cual implicaría disminuir la violencia y la migración laboral. Es necesario presentar perspectivas reales de trabajo a los jóvenes y los regímenes de cada nación expulsora de migrantes tienen la obligación de preocuparse por su fuerza de trabajo. Tienen la responsabilidad de construir visiones integradoras. Basta de populismo sin responsabilidad y políticas neoliberales sin sensibilidad.
Los jóvenes, adolescentes, y mujeres, encuentran en la migración laboral una alternativa para mejorar sus condiciones de vida. Son fuerza de trabajo barata que, generalmente, los países de destino no tienen y, además, reciben el aporte de una minoría calificada, con conocimientos técnicos y científicos. Hombres y mujeres que han tomado la decisión de abandonar su patria para trabajar, no inician un viaje sino una travesía que, en ocasiones puede durar meses o años, enfrentan incomprensión social, ríos, desiertos, corrupción de autoridades y grupos de la delincuencia organizada. Expuestos a morir. Ellas y ellos se plantean encontrar un nuevo proyecto de vida asumiendo los problemas de desarrollarse en otro país por la adaptación cultural. Todo esto se realiza para que ciudadanas y ciudadanos de diversas naciones logren lo que su país no les puede proporcionar: trabajo y bienestar, seguridad y mejores perspectiva de vida.
No son pocos los migrantes arrepentidos de estar en otra nación, pues su preocupación es sobrevivir trabajando. En varios países de destino se encuentran pendientes de la suerte. Si les favorece, deben aceptar la oferta de empresas o contratistas quienes pagan según su conveniencia, pero nunca lo establecido por la ley. Se encuentran indocumentados, deben esconderse de las autoridades migratorias y trabajan temerosos del grito ¡Ahí viene la migra!, sin apoyo familiar, redefiniendo relaciones de pareja y mecanismos de autoridad, modificando sus valores, enfrentando la amenaza de la deportación, y resistiendo acciones de discriminación, xenofobia y racismo. Estos factores son parte de la realidad de guatemaltecas y guatemaltecos indocumentados en otra nación.
Datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), entre otras, señalan que en el mundo se encuentran 200 millones de migrantes (en 1990 era 90 millones). La persistencia de crisis estructurales en la economía de diversos países es la principal causa y su implicación básica: la pobreza y pobreza extrema. La estadística también se refiere a una duplicación de migrantes latinoamericanos en Estados Unidos. Estas afirmaciones señalan la injusta desigualdad socioeconómica en el mundo.
Es la pobreza -no necesita pasaporte para atravesar fronteras- presente en el cuerpo y alma de hombres y mujeres inmersos en la migración laboral. Los migrantes no pueden ser tratados con la simpleza de considerarlos fuerza de trabajo. La migración es un derecho humano.