La pintura china de la guatemalteca Mayra Fernández


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Por lo que exige al espectador, la pintura de Mayra Fernández que se expone actualmente en el Museo Ixchel puede ser una experiencia que va más allá de lo que solemos llamar estético. Es más, para comprender la razón de ser de esa vigorosa, espontánea y decidida forma de expresión se debe dejar de lado no sólo el criterio estético tradicional

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POR JUAN B. JUÁREZ

Sino también ciertos hábitos mentales que si bien definen nuestra identidad cultural también señalan los límites de nuestro entendimiento y la actitud defensiva y ciega que asumimos ante lo extraño.  Y es que, como diría Octavio Paz, la obra de Mayra Fernández nos propone una apertura espiritual para una radical experiencia de la otredad.

La tinta china, en el caso de Mayra Fernández, no señala simplemente el material y la técnica con lo que están hechos sus cuadros sino más que todo a los supuestos culturales que mueven a un artista chino a expresarse por medio de esos trazos que no intentan describir con exactitud la forma de los objetos sino, quizás, registrar —resguardar o conservar serían términos más exactos— el impulso afectivo que se inicia en el interior del artista y se prolonga en el gesto espontáneo que deja en el papel la huella de un momento luminoso y fugaz.  No estaremos del todo desencaminados si llamamos “poético” a este momento de iluminación y desde él entendemos la razón de ser de las obras de Mayra Fernández, de la intensidad del lenguaje, de la certeza expresiva de sus trazos rápidos que traducen —que contienen— un “emotivo estado de conciencia”.  Nótese aquí que el objetivo del pintor-poeta, la realización que persigue con su trabajo no es la obra pictórica materializada en un cuadro, sino alcanzar ese estado de conciencia (llamémosle poético también) que se manifiesta como impulso y como gesto y que, quizás, se rememora como dibujo o pintura.

Pero la otredad a la que nos acerca la pintura de Mayra Fernández apenas empieza en sus pinturas. Cercana a la poesía y a la caligrafía, la pintura china es un arte cultivado por poetas y filósofos con una convicción tan profunda que va más allá de las nociones de estilo tal como nosotros las conocemos.  En todo caso, es esa convicción profunda de los pintores-poetas-filósofos lo que hace que la pintura china sea inimitable.  ¿Cómo es posible, entonces, que esta artista guatemalteca “adopte” esta forma de expresión tan ajena a nuestra tradición artística sin caer en el exotismo superficial o la mala fe?

Para responder a esta pregunta y disipar una duda legítima, habría que empezar diciendo que el interés de Mayra Fernández por la cultura china la llevó a estudiar Ciencias Políticas, Sinología e Historia en la Universidad de Bonn, Alemania; que vivió, trabajó y convivió —es decir que no estuvo sólo como turista—en China y Corea por un largo tiempo, como parte de sus estudios de doctorado; y que por estas razones ha llegado a ser esa especie de poeta y filósofo que  expresa lo que entiende y siente por medio de la pintura.  Y de allí que su disciplinada práctica pictórica equivalga a un estar preparada para lo que le demande un eventual momento poético que decida manifestarse a través de ella.  Nótese aquí que no hay sentimiento de autor, que la obra no es creada por el artista sino que éste es simplemente el canal para que se exprese algo que en sentido propio es impersonal.

La vocación poético-filosófica de su pintura se pone de manifiesto quizás de una manera más clara en el hecho de exponerla en un medio extremadamente localista, poco tolerante con otras expresiones culturales, arriesgándose a la cordial o feroz indiferencia con la que los guatemaltecos nos desembarazamos de lo que no entendemos, en este caso del puente que desde la otredad de su conocimiento y su experiencia china nos tiende Mayra Fernández y su obra.