Después de transcurridos 21 años de la fecha en que se dio inicio al proceso de transición a la democracia luego de más de tres décadas de la persistencia de un sistema político controlado por los militares en que el denominador común fue la exclusión de los grupos de oposición democrática, en Guatemala no existe todavía un sano régimen de partidos políticos.
El actual escenario político se resiente por una situación de intransigencia, de campañas negras, de insultos, de dimes y diretes, de división de la sociedad en buenos y malos, amigos y enemigos, lo cual impide la posibilidad de lograr la conciliación nacional sobre bases democráticas.
En la actual campaña electoral sobresale la existencia de una gran cantidad de partidos sin una verdadera orientación ideológica, cuya participación solamente se explica en función del oportunismo electoral, pues lo que buscan son cuotas de poder mediante arreglos para la segunda vuelta. En otras palabras, se trata de negociaciones que tendrán que ser financiadas con empleos en las instituciones del Estado o mediante el otorgamiento de contratos de prestación de servicios o ejecución de obras.
Un analista político decía hace tiempo, que más que partidos son máquinas captadoras de electores y no grupos serios que pudieran plantear programas de gobierno buscando la solución a los problemas del pueblo. Y como únicamente son partidos electoreros, no hay mucha diferencia entre ellos. Lo único que los distingue es la mayor o menor habilidad de sus agencias de promoción para la utilización de las modernas técnicas del marketing propagandístico, lo cual depende en gran medida de las inversiones millonarias que estén dispuestos a realizar para manipular la mente de los ciudadanos.
A todo ello hay que agregar el fenómeno de la perversión del sistema político, pues ante la escasa participación popular, algunos partidos están recurriendo a mecanismos poco transparentes para asegurarse el voto de los ciudadanos. Uno de los procedimientos es la compra de voluntades mediante la entrega de regalos como abono, láminas, blocks y en general materiales de construcción. El pasado viernes 3 de agosto, en un noticiero de televisión, el señor José íngel Zapeta, dirigente de una organización indígena de Chimaltenango, reveló que miembros de los partidos mayoritarios, hasta están entregando cheques prefechados para confirmarlos después de las elecciones. También entregan telas, hilo y huipiles a los electores que residen en el medio rural. Desdichadamente, la compra de voluntades degrada aún más la frágil democracia que se pretende construir en Guatemala.