Por invitación del Departamento de Estado, Pedro Pablo Marroquín, de La Hora, está desde hace varios días cubriendo el proceso electoral de Estados Unidos junto a otros 50 periodistas de distintos países que se han repartido por los Estados que se consideran decisivos para las elecciones de mañana. Su interés principal no fue simplemente el de reportar las noticias cotidianas de la campaña, sino que escudriñar en temas que puedan ser más relevantes desde el punto de vista del ciudadano guatemalteco interesado por fortalecer su propia democracia.
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Obviamente el tema del financiamiento de las campañas, que en La Hora hemos considerado como “la madre de todas las corrupciones”, fue de lo que más le interesó en este final de campaña en la que se han gastado prácticamente seis mil millones de dólares entre los partidos políticos contendientes y los llamados Súper PAC que son grupos legalmente no ligados a los candidatos o los partidos, pero que en “ejercicio de la libre expresión” pueden recaudar fondos para financiar propaganda política que generalmente es más destructiva que propositiva.
Hace varios años en Estados Unidos se establecieron límites al financiamiento de los partidos políticos y eso impedía que los grandes intereses pudieran ser determinantes a favor de alguno de los candidatos, dando así un mayor margen de independencia porque se dependía de contribuciones relativamente modestas que no condicionaban a nadie. Sin embargo, los republicanos formaron grupos que solicitaron a la Corte Suprema de Justicia declarar inconstitucional esa norma porque “limitaba el derecho a la libre expresión” consignado en la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos. La tesis es que limitar el dinero que se puede aportar para la campaña es una forma de limitar la libre expresión de quienes quieren manifestarse dando pisto a los candidatos.
Y la Corte con mayoría de conservadores proclives a la línea de los republicanos, decidió declarar inconstitucional la restricción que establecía límites para las aportaciones de campaña. Hoy en día son los grandes intereses económicos los que han provocado esa extraordinaria danza de dinero que prostituye el modelo democrático de la que aún presume de ser la mayor democracia del mundo. Porque nadie puede ser tan ciego como para suponer que esos enormes y poderosos intereses ponen su dinero para destruir a los candidatos rivales a cambio de nada. El dinero sin control fluye a través de esos comités supuestamente independientes que son los que pagan los anuncios más destructivos de la campaña en Estados Unidos y que son tantos que realmente terminan asqueando porque desnudan la cara más sucia de la política.
Ayer Pedro asistió a un mitin de Obama en Fort Lauderdale y pudo hablar con algunos de los allegados al Presidente, entre ellos su jefe de campaña David Axelrod, así como con varios de los periodistas de las organizaciones de prensa que cubren los desplazamientos del Presidente. Todos coinciden en que algo habrá que hacer para contener ese derroche de dinero que anula la democracia porque al no haber controles sobre el financiamiento, los políticos se vuelven perros falderos de los grandes intereses que les permiten hacer su propaganda.
Demócratas y republicanos han caído en el vicio y nadie se puede quedar atrás porque quien no juega con esas reglas está perdido. Pero perdido está también quien no se vende al mejor postor, quien no está dispuesto a vender su alma al diablo con tal de tener dinero para promocionarse para un puesto público, por lo que la política en estas democracias se vuelve cada día más un negocio en el que todo se mide por montos de inversión y tasa de retorno de la inversión. Si eso pasa en la “mayor democracia del mundo”, ¿cómo jocotes no vamos a estar nosotros hasta el copete con ese tema si aquí no hay ni siquiera auditoría social o de prensa para contener a los sinvergüenzas?