¿Ha oído hablar del Síndrome de Hubris? Si usted tampoco sabía del tema, le comento que un lector me envió gentilmente valiosa información sobre el libro (“The Hubris Syndrome”) escrito por el británico David Owen sobre el porqué destacados políticos han perdido el contacto con la realidad y dejaron de escuchar a la opinión pública. Fueron los griegos los primeros que utilizaron el término Hubris para definir al héroe que lograba la gloria y que después del éxito se empezaba a comportar como un dios capaz de hacer cualquier cosa, lo que le llevaba a cometer un error tras otro.
Los ciudadanos de todo el mundo tenemos sobrada experiencia sobre “quienes gobiernan dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son las correctas. Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando en su buen hacer”. Isabel F. Lantigua, preguntó en el diario español El Mundo, el 18 de abril de 2008: ¿por qué Aznar, Bush y Blair dispusieron invadir Irak cuando la mayoría de su ciudadanía e incluso miembros de sus gabinetes estaban en contra? De aquí parte la tesis de David Owen, quien cree que parte de la culpa es del Síndrome de Hubris, un trastorno común entre los gobernantes que llevan algún tiempo en el poder.
El psiquiatra Manuel Franco, jefe de Servicio del Complejo Asistencial de Zamora, España, explica lo que pasa con los líderes políticos: “Una persona más o menos normal se mete en política y de repente alcanza el poder o un cargo importante. Internamente tiene en principio la duda sobre si realmente tiene capacidad para ello. Pero pronto surge la legión de incondicionales que le felicitan y reconocen su valía. Poco a poco, la primera duda sobre su capacidad se transforma y empieza a pensar que está ahí por méritos propios. Todo el mundo quiere saludarle, hablar con él, recibe halagos de belleza, inteligencia…y hasta liga”.
“Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente”, manifiesta David Owen, lo que se logra apreciar cuando los presidentes actúan con exagerada confianza en sí mismos, desprecio por los consejos de quienes le rodean y alejamiento progresivo de la realidad. Estoy seguro que sobre el Síndrome de Hubris los guatemaltecos tenemos mucho de qué hablar, más cuando nuestros gobernantes dejan de poner sus pies sobre la tierra en búsqueda de algo, tal el caso de endeudar en exceso al país, lo que si bien podría traerles muchos beneficios, serían funestas para la población y sobre todo para el futuro del país. Buen ejemplo: Aznar, Bush y Blair estaban tan convencidos que la invasión a Irak era la mejor opción y de que recibirían a las tropas con los brazos abiertos, que hicieron caso omiso de las advertencias de los expertos.