Con la exposición «De Miró a Warhol», el Museo del Luxemburgo de París presenta a partir de mañana una selección de 74 obras del siglo XX, procedentes de la colección de José Berardo, acaudalado empresario portugués, apasionado por el arte y deseoso de compartir su pasión con el público.
La muestra recorre los diversos movimientos artísticos del siglo pasado, del surrealismo al pop art, pasando por la abstracción geométrica o el nuevo realismo: una travesía pedagógica de va de Joan Miró a Andy Warhol con altos en el arte de Jackson Pollock o Nicolas de Staí«l, sin olvidar la portuguesa Maria Helena Vieira da Silva.
Presentadas en el museo del Senado francés hasta el 22 de febrero, las obras proceden del museo Colección Berardo, inaugurado en Lisboa a mediados de 2007 gracias a un acuerdo entre el empresario y el gobierno portugués, que aportó el edificio y administra el museo. Berardo entregó en depósito a la institución cerca de 900 obras en el transcurso de diez años, durante los cuales el Estado dispone de una opción de compra exclusiva de la colección, por 316 millones de euros.
«Self-made man», José Berardo nació en 1944 en Madera. Hijo menor de una familia numerosa y modesta, abandonó la escuela a los 13 años, pero ya en esa época tenía la pasión del coleccionista y reunía sellos postales o cajas de fósforos.
A los 19 años emigró a Sudáfrica, donde hizo fortuna en el comercio del oro y se inició como coleccionista de arte, cuenta el propio Berardo.
El empresario ríe todavía cuando evoca su primera adquisición, en 1969: un retrato de mujer que se llevó a su casa orgullosamente, creyendo haber comprado un cuadro verdadero. Su esposa le hizo ver la realidad: se trataba de la copia de un original que se encuentra en el museo del Louvre: «La Gioconda».
«Todavía tengo esa reproducción», dice.
José Berardo, de 64 años, con una fortuna estimada en 1.800 millones de dólares por Forbes en mayo pasado, recalca que «nunca vendió nada» de su colección, «ni siquiera los errores». «Nunca consideré el arte como una inversión», declara.
El empresario reconoce que «no es un experto», pero «se hace aconsejar» por especialistas. «Con él, todo pasa por la persuasión», señala André Cariou, curador de la exposición. Berardo compra en las subastas, en las galerías o a otros coleccionistas.
Pero no habla de sus preferencias artísticas personales, limitándose a decir que lo que hay en su casa «es diferente de la colección». «Es mi propio gusto, mi placer», agrega.
Para él, «lo importante es preservar y reunir» las obras, «evitar su dispersión». «La cultura no tiene fronteras, pertenece a todo el mundo y hay que compartirla», estima el coleccionista.
Bernardo insistió por ello para que el museo que lleva su nombre en Lisboa sea gratuito. «De niño, yo hubiera querido ir a los museos, pero había que pagar», recuerda.