Recién regreso al país, luego de apenas una semana y siento haber estado ausente durante mucho tiempo. En Guatemala los sucesos ocurren por montón y eso hace que cada día se revele como absolutamente nuevo. Aquí vivimos los días como si éste no tuviera nada que ver con el anterior. En teoría uno no tendría nunca razón para aburrirse ni pasársela en la monotonía de los días iguales.
Regreso y apenas estoy conociendo qué ha pasado en mis días de ausencia. Las noticias me dicen que la lucha electoral sigue al rojo vivo, que los candidatos continúan ofreciendo fantasías y que las caravanas no dejan de invadir las calles. Dicen que ha faltado combustible y que los transportistas estuvieron en huelga. El enfrentamiento entre la Municipalidad de Guatemala y el Gobierno central está que apenas empieza. Los mareros continúan aterrorizando a la ciudadanía y el país siguen en estado de sitio.
Es paradójico porque cuando uno se lo piensa bien no es que cada día se revele como lo absolutamente nuevo, sino también (o quizá sólo) como lo absolutamente viejo o antiguo. Contradiciendo el primer párrafo, se podría decir también que en Guatemala las cosas no pasan nunca, seguimos igual y las luchas por las reivindicaciones sociales son las mismas de hace 500 años. Quizá en algún lugar como Guatemala fue que se inspiró un Parménides para decir que no existe el movimiento y que lo único real es que nada cambia, todo es lo mismo y el devenir sólo es una ilusión.
Claro que podríamos compaginar la realidad «sui géneris» guatemalteca y afirmar las dos cosas: «seguimos igual aunque cada día el país nos depara una sorpresa». Sería la paradoja perfecta, la mejor constatación de que las cosas son a menudo complejas y difíciles de captar y definir con palabras. Aquí uno podría no leer el periódico durante un mes y, sin embargo, tener capacidad para informarle a un extranjero cómo es la situación «actual» del país. Se podría atinar en un 99 por ciento, equivocándonos solamente en información superflua y no fundamental.
Las noticias nefastas y sombrías aquí existirán para rato. Los periodistas no tienen sino que cambiar nombres y lugares y el trabajo prácticamente ya está hecho. Asesinatos, violaciones a la ley, abuso en las adopciones, enriquecimientos ilícitos, huelgas, problemas en los hospitales, falta de educación? Estas son noticias viejas que ya podrían ser parte un día u otro de titulares. ¿Cuál es la novedad? Sólo los personajes que las encarnan y los lugares donde ocurren los hechos.
Sin embargo siempre hay una esperanza, el sueño de ver al país distinto y encaminado por la senda del bienestar de las mayorías. Es una fantasía que cada día muere, pero que por las noches, antes de dormir, la resucitamos para vivir tranquilos y mantener una ilusión en nuestras almas. ¿Qué sería de nuestra existencia sin esas invenciones, sin esas fantasías y sueños? No sería nada. Por eso, sigamos soñando, quién sabe si Dios de tanto vernos suspirar sienta piedad y se muestre finalmente humano.