La paradójica Guatemala


Recién regreso al paí­s, luego de apenas una semana y siento haber estado ausente durante mucho tiempo. En Guatemala los sucesos ocurren por montón y eso hace que cada dí­a se revele como absolutamente nuevo. Aquí­ vivimos los dí­as como si éste no tuviera nada que ver con el anterior. En teorí­a uno no tendrí­a nunca razón para aburrirse ni pasársela en la monotoní­a de los dí­as iguales.

Eduardo Blandón

Regreso y apenas estoy conociendo qué ha pasado en mis dí­as de ausencia. Las noticias me dicen que la lucha electoral sigue al rojo vivo, que los candidatos continúan ofreciendo fantasí­as y que las caravanas no dejan de invadir las calles. Dicen que ha faltado combustible y que los transportistas estuvieron en huelga. El enfrentamiento entre la Municipalidad de Guatemala y el Gobierno central está que apenas empieza. Los mareros continúan aterrorizando a la ciudadaní­a y el paí­s siguen en estado de sitio.

Es paradójico porque cuando uno se lo piensa bien no es que cada dí­a se revele como lo absolutamente nuevo, sino también (o quizá sólo) como lo absolutamente viejo o antiguo. Contradiciendo el primer párrafo, se podrí­a decir también que en Guatemala las cosas no pasan nunca, seguimos igual y las luchas por las reivindicaciones sociales son las mismas de hace 500 años. Quizá en algún lugar como Guatemala fue que se inspiró un Parménides para decir que no existe el movimiento y que lo único real es que nada cambia, todo es lo mismo y el devenir sólo es una ilusión.

Claro que podrí­amos compaginar la realidad «sui géneris» guatemalteca y afirmar las dos cosas: «seguimos igual aunque cada dí­a el paí­s nos depara una sorpresa». Serí­a la paradoja perfecta, la mejor constatación de que las cosas son a menudo complejas y difí­ciles de captar y definir con palabras. Aquí­ uno podrí­a no leer el periódico durante un mes y, sin embargo, tener capacidad para informarle a un extranjero cómo es la situación «actual» del paí­s. Se podrí­a atinar en un 99 por ciento, equivocándonos solamente en información superflua y no fundamental.

Las noticias nefastas y sombrí­as aquí­ existirán para rato. Los periodistas no tienen sino que cambiar nombres y lugares y el trabajo prácticamente ya está hecho. Asesinatos, violaciones a la ley, abuso en las adopciones, enriquecimientos ilí­citos, huelgas, problemas en los hospitales, falta de educación? Estas son noticias viejas que ya podrí­an ser parte un dí­a u otro de titulares. ¿Cuál es la novedad? Sólo los personajes que las encarnan y los lugares donde ocurren los hechos.

Sin embargo siempre hay una esperanza, el sueño de ver al paí­s distinto y encaminado por la senda del bienestar de las mayorí­as. Es una fantasí­a que cada dí­a muere, pero que por las noches, antes de dormir, la resucitamos para vivir tranquilos y mantener una ilusión en nuestras almas. ¿Qué serí­a de nuestra existencia sin esas invenciones, sin esas fantasí­as y sueños? No serí­a nada. Por eso, sigamos soñando, quién sabe si Dios de tanto vernos suspirar sienta piedad y se muestre finalmente humano.