Por la realidad que conlleva uno de los refranes más populares que existe es el que reza: «Todo depende del cristal con que se mire». De esa cuenta, si alguien vive rodeado del equipo, sistemas y condiciones de seguridad, muy bien podrá parecerle que el vil, alevoso y repudiable atentado que sufriera, el jueves 8 de abril, el amigo y compañero Luis Felipe Valenzuela, director de Emisoras Unidas y Patrullaje Informativo, hay que tomarlo con calma y esperar «pacientemente» que terminen las investigaciones que habitualmente en estos casos prometen. De esa cuenta, el doctor Rafael Espada, vicepresidente de la República y el doctor Carlos Castresana de la CICIG repitieron la solicitud que reiteradamente hemos escuchado, de tener un «poquito» de paciencia hasta lograr esclarecer los hechos.
¿Suena bonito verdad? Claro, basta con ver a distancia el tremendo aparato de seguridad que los rodea para comprender su postura ¿Pero qué piensan Pancho y la Maruca que invariablemente a diario tienen que andar de arriba para abajo viendo cómo se ganan los centavos, cumplir con sus compromisos y atender sus obligaciones sin más amparo o ilusión porque se cumpla lo que dicta la Constitución de la República, en donde se lee que el Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia y que su fin supremo es la realización del bien común, como que es su deber garantizarle a los habitantes la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona? ¿Cosa muy distinta ocurre en la realidad verdad?, porque hoy día, nadie puede tener siquiera la certeza que al llamar al 110 pueda recibir una respuesta policíaca pronta y eficaz.
La inseguridad ciudadana es tal que nadie, óigase bien, ¡nadie! que no tenga cuello o sea funcionario público puede ir a un evento religioso sin temer que le metan un tiro o salir a la calle para comprar una golosina con el chiclero de la esquina. La delincuencia -sin apellidos- fuera común, organizada o como mejor se le antoje llamarla a nuestras autoridades, nos tiene a todos de rodillas y el criterio que sustento a continuación no lo expongo con el único afán de abogar porque se investigue hasta las últimas consecuencias el atentado sufrido por Luis Felipe Valenzuela, ya que ello es gorda obligación de nuestras autoridades hacerlo, sino para hacer un llamado a la conciencia y solidaridad de la población para que no sigamos siendo las víctimas de la incapacidad y negligencia de nuestras autoridades y representantes, sino ser los protagonistas de la solución del problema de la violencia, lo que por años no se ha resuelto a pesar de tanto ofrecimiento, promesa y compromiso ¿O con nuestra pasividad o indiferencia vamos a seguir propiciando que nuestros seres queridos y familiares sean los que sufran y padezcan? Usted, estimado lector, tiene la palabra.