La paciencia


Mis últimos artí­culos han estado centrados en la educación de los niños.  He escrito sobre la educación para el amor, el uso del dinero, la responsabilidad y hasta de la fortaleza.  Todo muy bien, me digo, pero ahora quiero dedicar unas letras a un elemento sin el cual todo esfuerzo resultarí­a vano: la paciencia.

Eduardo Blandón

 Si hay una virtud que los padres deben (debemos) cultivar es el de la paciencia.  A menudo parece que vivimos bajo el signo de la urgencia, tenemos prisa y queremos muy pronto los resultados.  Si no los obtenemos nos frustramos, echamos sapos y culebras, maldecimos el cielo y nos sentimos desgraciados.  Pues bien, en esto de la educación debemos sacar de nuestras mentes la idea de la eficacia, el éxito y la eficiencia.

Los niños quieren tiempo y por más que apuremos los procesos no los obtendremos de inmediato.  Yo sé que como padres quisiéramos que nuestros hijos aprendieran a leer (como dicen que lo hizo Rubén Darí­o) a los dos o tres años.  Queremos que sumen, resten y multipliquen desde preparatoria y que sean responsables desde los cinco años.  Nada de esto es posible, en términos «normales», porque todo lleva un proceso y por mucho que madruguemos no saldrá el sol sino hasta su debido momento.

Esta desesperación (impaciencia) hace que refunfuñemos y transmitamos a nuestros hijos sentimientos de frustración, inseguridad y complejos.  El resultado inequí­voco es la falta de autoestima en los niños y el estrés cotidiano con el que tienen que lidiar.  ¿Quiere matar la confianza en el niño? Presiónelos más de la cuenta e impaciéntese cuando los resultados no son los esperados -por usted-.

Los padres deben comprender que los niños no son iguales.  A veces los progenitores se preocupan por las deficiencias de sus hijos frente a compañeros que brillan en matemáticas, destacan por su caligrafí­a o aparecen en cuadros de honor.  Se sienten afectados porque creen que sus hijos deberí­an tener el mismo nivel.  Pero esto no es así­.  Los niños son diferentes y cada uno tiene cualidades propias.  Además, hay que saber esperar los momentos de madurez de cada persona. 

Los niños mejoran cuando, como producto del estudio diario y disciplinado, alcanzan el nivel de madurez requerido en las diversas materias.  Por esto, con frecuencia vemos que niños con desventajas en algún grado de educación primaria, con la tenacidad del estudio, con el tiempo superan a sus compañeros y se vuelven los mejores de su grupo.  ¿Qué necesitaba el niño? Sólo paciencia para alcanzar la comprensión requerida de los cursos.

Los padres no deben apurar los procesos.  No deben angustiarse porque su hijo está en primer grado y tiene ocho años (casi nueve) -lo contrario a él que dice que con seis años ya era el número uno de primer grado-.  Los tiempos son diferentes y no debemos evaluar a nuestros hijos con criterios y experiencias pasadas.  No se apure porque su hijo salga del colegio a los 18 ó 19 años -contrario a él que salió a los 15, dice-.  Tenga paciencia y verá pronto los resultados.

En tiempos donde se predica el éxito y la eficacia deje esas categorí­as para su empresa.  No desespere a sus hijos y aprenda a esperar.  Siéntese, tome café, lea muchos con ellos y sobre todo trate de imitar al buen Buda.Â