La otra profesión más antigua del mundo


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Algunos expertos consideran que el motor de gran parte de la actividad humana es la búsqueda del poder que, de alguna manera, permite acceso a otras cuestiones que muchos consideran fundamentales para medir el éxito. Por ello es que si bien se ha considerado históricamente a la prostitución como la profesión más antigua del mundo, desde que existe competencia entre dos seres humanos, seguramente surgió también el espionaje y eso la convierte, por lo menos, en la segunda ocupación más longeva de la humanidad.

Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt


Siempre se ha sabido que los servicios de inteligencia se dedican en cuerpo y alma a husmear no sólo en las actividades de los enemigos, sino a informarse de qué hacen, con quién hablan y de qué platican quienes son aliados porque se reconoce la absoluta verdad de la expresión de que la información es lo que da el verdadero poder. Uno puede tener el ejército de guardaespaldas más nutrido del mundo y dar apariencias de poder, pero si no tiene información sobre lo que desea, piensa o hace el socio, el adversario, el competidor o el mejor aliado, de nada le sirve toda la fuerza disponible porque es fundamental saber para qué se puede o debe usar.

El espionaje se atribuye especialmente a los Estados que tienen sus servicios de inteligencia, pero el crecimiento de la competencia comercial, sobre todo a partir de la globalización, hace que no sólo los gobiernos requieran información sino también los empresarios. Y de esa cuenta los políticos y funcionarios ya no son espiados únicamente por sus colegas de otros países, sino mediante sofisticados sistemas por esa comunidad empresarial que planifica y decide con base en nutridas corrientes de información.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue célebre lo que ocurría en Casablanca, cuando Marruecos se convirtió en el sitio donde confluían espías de distintas partes del mundo y coexistían compartiendo información. Hoy en día se entiende y asume que todas las potencias importantes comparten diariamente millones de datos que provienen de sus redes de espionaje, especialmente en lo que se conoce como la lucha contra el terrorismo, y por ello los servicios secretos de Alemania, Francia, Inglaterra y España abren sus archivos a los norteamericanos y éstos hacen lo mismo para alertar a sus aliados de posibles riesgos.

Es un valor entendido que se espían mutuamente y así ha sido siempre y seguirá siendo. Estoy absolutamente seguro que no es ésta la primera vez que un Pontífice de la Iglesia Católica ha sido sometido a espionaje y tampoco será Francisco el último, aunque así lo digan los voceros de los gobiernos señalados de andar de metiches por todos lados.

Los gobernantes alemanes seguramente siempre han sido espiados y los espías alemanes tienen dispositivos para espiar a los gobernantes de otros países, incluyendo a los norteamericanos seguramente. El clavo no es que se espíen, sino que se diga que están siendo espiados, puesto que eso ofende a los pueblos que se sienten traicionados por sus amigos al andar husmeando en las conversaciones privadas de sus mandatarios.

Todo mundo, incluyendo a los que en Guatemala realizan conversaciones delicadas vía telefónica, tiene que suponer que están siendo espiados porque la tecnología ha avanzado de tal manera que lo que antes era una proeza digna de crear mitos como el del agente 007, ahora se realiza desde la comodidad y seguridad de una computadora. Hasta los asesinatos se ejecutan dirigiendo los aviones no tripulados desde el ordenador.

Lo único distinto es que Snowden cantó y contó cómo se hace todo. Pero que se hace y se ha hecho, así como que se seguirá haciendo, no cabe la menor duda.