La oposición se cree solvente y santa


No pertenezco ni simpatizo con ningún partido polí­tico, pero creo que si los hoy opositores al actual gobierno estuvieran en el poder, igual o peor cosa serí­a. Hoy, los opositores asumen posturas demagógicas y gestos de niños buenos con una falsa apariencia de responsabilidad polí­tica y social; como si detrás no los acompañaran sendas colas de reptiles que, si los papeles cambiaran, serí­a cosa muy fácil machucárselas y hacer lo mismo que ellos hoy hacen con los improvisados y dí­scolos funcionarios de la UNE. Casi todos los polí­ticos de nuestro paí­s (para no caer en la generalización), han sido cortados con el mismo patrón que se caracteriza, entre otras cosas, por la incapacidad de superar la deformación que los partidos polí­ticos propician en ellos debido a la descomposición, improvisación, cacicazgo y dependencia hacia entidades ilegales o estructuras paralelas de poder que son la causa principal de la debilidad del Estado y sus instituciones, así­ como de la violencia, inseguridad y pobreza en que sobrevivimos los guatemaltecos.

Milton Alfredo Torres Valenzuela

Que no nos sorprendan esas actitudes demagógicamente cí­vicas, audaces y responsables con el bien público. Su consigna es destruir polí­ticamente al enemigo y sólo en segundo o tercer plano, tal vez, resguardar la integridad de los bienes e intereses de la Nación.

Está bien señalar, denunciar y estar al tanto de tanto robo y corrupción que ha caracterizado a todos los partidos que han hecho gobierno en los últimos tiempos, pero cuando el objetivo es destruir y ganar votos para las siguientes elecciones, la oposición desvirtúa su legí­timo papel, además que hace más daño a las instituciones democráticas que son las permanentes frente a lo transitorio y fugaz de los gobiernos de turno.

La oposición debe ser más seria y no aprovechar sólo las coyunturas para atacar y destruir.

La oposición, en este paí­s, sólo entiende de medios y de fines mezquinos; sólo entiende que destruir al enemigo es el objetivo principal, sin entender que, de paso, la más de las veces, arrastra consigo, la destrucción de las instituciones que, a la larga, es su misma y futura destrucción.