«…convertir a nuestro país de una nación dependiente y de economía semicolonial en un país económicamente independiente; convertir a Guatemala de país atrasado y de economía predominantemente feudal, en un país moderno y capitalista?»
Jacobo Arbenz Guzmán
El 17 de junio de 1954 fuerzas mercenarias y un puñado de militares guatemaltecos encabezados por Castillo Armas, invadieron Guatemala desde la vecina Honduras, para derrocar al gobierno constitucional de Jacobo Arbenz, que a los ojos del gobierno de Eisenhower era un régimen comunista. La invasión planificada, financiada y dirigida por la agencia central de inteligencia CIA, contó también con el respaldo del presidente de Honduras Manuel Gálvez y del dictador de Nicaragua Anastasio Somoza.
El derrocamiento del gobierno de Arbenz tuvo nefastas consecuencias de carácter político, económico y social en la sociedad guatemalteca. También provocó grandes movilizaciones de repudio en todo lo largo y ancho de América Latina, haciendo latente la solidaridad antiimperialista. Fue la primera vez que en América Latina el expansionismo imperialista, utilizó el recurso de la fuerza para intervenir en los asuntos internos de un Estado soberano y derrocar a un gobierno constitucional. En 1947 los gringos habían hecho lo mismo en Grecia, para derrotar una sublevación revolucionaria y también en 1953 en Irán, para derrocar al gobierno nacionalista de Mossadegh.
El debate político y académico sobre los sucesos de junio de 1954 en Guatemala no está agotado, sobretodo, porque algunos documentos desclasificados del Departamento de Estado estadounidense y de la CIA, confirman con claridad la participación de ese gobierno en la operación PBSuccess y también la de oficiales militares guatemaltecos traidores, comparsas y marionetas de la CIA.
La historia contada de uno y otro lado, documenta la trama tejida alrededor de la conspiración contra el gobierno de Arbenz e identifica a los principales actores endógenos y exógenos, que participaron en aquella intervención armada y que tal como apunta la socióloga estadounidense Susanne Jonas, los hechos han sido narrados y vueltos a narrar ad náuseam.
Lo que queda claro a la luz de la historia escrita, es que el gobierno de Arbenz no era comunista ni aliado del Kremlin, más bien se definió como nacionalista, basado en el modelo capitalista que pretendía construir un Estado moderno, según sus propias palabras expresadas en el discurso de toma de posesión el 15 marzo de 1951. Queda claro también, que la conducta antiimperialista de su gobierno, la defensa de los intereses nacionales y los programas económicos y sociales, facilitaron la enemistad del gobierno estadounidense y de los organismos financieros internacionales.
Lo ocurrido en Guatemala en 1954 es una práctica que los gringos continúan ejerciendo en el mundo, primero con el pretexto del expansionismo comunista, después por el narcotráfico, ora por el terrorismo o la supuesta existencia de armas de destrucción masiva, mañana por cualquier otra «causa» supuesta que amenace los intereses imperialistas.
La política abusiva del imperialismo gringo continúa exhibiéndose por el mundo, ignorando a los organismos internacionales, dando la espalda al multilateralismo, cometiendo abusos graves a los derechos humanos, las libertades fundamentales, la dignidad de las personas, el derecho internacional, la soberanía y la libre determinación de los pueblos.