Un matutino de amplia circulación recién ha publicado un artículo de periodismo de investigación que se titula: “Deporte federado no rinde cuentasâ€, y que desde la primera página lo anuncia con un desplegado interesante que dice: “Opacidad impera en el deporte federadoâ€. A propósito del tema cabría también analizar cómo se manejan los recursos de la recreación deportiva, a cargo del Ministerio de Cultura y Deportes, o bien de otro ente que goce de los privilegios de aportes por el estilo.
El artículo que se comenta hace ver, primeramente, que los fondos públicos y diversos fondos canalizados hacia el desarrollo de proyectos diversos, no siempre llegan a los grupos-meta que se pretende apoyar, sino se quedan bailando en una serie de embrollos burocráticos y sistemas dirigenciales muy imperfectos, que pueden llegar a hacer piñata del esfuerzo colectivo de los contribuyentes.
En el caso del deporte federado siempre me llamó la atención por ejemplo, cómo una de las famosas “asociaciones deportivasâ€, que el mismo Presidente de la Confederación Autónoma del Deporte asevera que pueden surgir sin mayor prioridad, tiene su sede en una elegante casa en Vista Hermosa I, reflejando ya con ello el carácter elitista de su cobertura.
Ahora bien, lo que se cuida de comentar el Presidente de la Confederación Deportiva, en el artículo citado, es que en la ley respectiva que ordena la dotación de fondos a federaciones y asociaciones, no prescribe las cantidades y la forma de hacerlo. Ha sido más bien la instancia de la Asamblea Nacional del Deporte, de la cual sale el propio Presidente de la Confederación, la que se ha recetado que cualquier pinche asociación, o federación, “no puede percibir menos de un millón de quetzales en el añoâ€.
Es decir que si a algún grupo de señoronas de sociedad, o señorones, se le ocurriera constituir en la zona 14 una “Asociación de Bridgeâ€, que tenga su contraparte internacional, la magnánima Asamblea le da la bienvenida y le otorga su milloncito, sin considerar la capacidad de asociación, plan operativo alguno o membresía. ¡Imagínese usted hasta dónde ha llegado la ignorancia financiera de nuestros grupos de poder en el medio!
Esa es la razón de que entes como la mencionada Confederación no tengan primeramente reservas financieras ni ahorros y que sus recursos se balcanicen en un sinnúmero de proyectitos atomizados por todos lados. Y es que la nuestra es una cultura colectiva aldeana, de tienda de barrio, razón por la cual esta Confederación y el propio Ministerio de Cultura y Deportes, no hayan podido construir proyectos de envergadura como los que paradójicamente fueron construidos por los gobiernos militares mediante el Plan Nacional de Desarrollo del Deporte, que lideró el dirigente Rolando Castro De León.
Si extendemos esta línea de pensamiento e investigación, podemos ver también que esta crasa ignorancia de manejo de los esfuerzos de la colectividad se observa en los aportes a las municipalidades y al sistema de consejos de desarrollo, que manejan conjuntamente más de diez mil quetzales al año, salidos del presupuesto general de la nación.
Somos entonces una sociedad que en su cultura individualista y aldeana, carece de formación e intenciones en materia de aprovechar los esfuerzos que provienen del aporte colectivo, y cada grupo o ente está viendo cómo le hace para sacar raja de “la cultura del pelotazoâ€, como bien le llaman los españoles a este tipo de fraude.