La obra social de Marí­a Luisa de Pérez Calderón


Marí­a del Mar

Siempre he dicho que el olvido no existe. Creo en la permamencia del suceso que quedó tatuado en nuestras vidas, y que en retrospectivos instantes el recuerdo salta intempestivo sin ningún esfuerzo a ocupar el minuto en el presente de nuestro pensamiento. ¿De dónde vienen estas láminas que se apoderan de nuestra mente y lucen como ráfagas de aves bulliciosas, y llenan de flores frescas nuestro espí­ritu? Los calendarios son centinelas del tiempo. Son los cerebros enchispados del recuerdo, encargados de señalar con flechitas, con chispitas de luz: cumpleaños o fechas de tristes acontecimientos que vuelven a estremecernos el alma de vivencias que están aquí­, que no se han ido, porque forman parte de nosotros mismos, de nuestros sentimientos y de gran historial de nuestras personalidades. En este florecimiento del ayer, surge la figura talentosa de la promotora cultural y social, esposa del eminente economista, Dr. José Antonio Pérez Calderón, catedrática Marí­a Luisa Dí­az Mérida de Pérez Calderón, brillante oradora, heredera de Cicerón y Quintiliano, sabios del arte de la oratoria. Marí­a Luisa asombraba, conmoví­a a los grandes públicos que acudí­an a escucharla; sin dificultad alguna la oradora se apoderaba del pensamiento del público, los cautivaba. Su sabidurí­a deslizada en su facilidad de palabra y en su ilustre conocimiento de investigadora y devota lectora, le permití­a abordar cualquier tema: literario, cientí­fico, periodí­stico, docente y social, desarrollados con profundidad y acierto; por supuesto que el premio no se hací­a esperar, la ovación ruidosa y la aclamación hací­an vibrar al público. Estamos hablando de una mujer excepcional, extraordinaria, quien durante más de 60 años dejó un multitudinario trabajo a favor de la superación del paí­s, a través de su dinamismo, su experiencia profesional dirigida a las juventudes, a la mujer y especialmente a las áreas marginales y del campesinado. Conocimos a fondo el trabajo sembrado por la profesora Marí­a Luisa de Pérez Calderón, diplomada en relaciones humanas; técnicas de discurso; dirección y organización de grupos de trabajo; administración pública; productora y conductora de programas radiales culturales y sociales y de otras importantes ramas de beneficio colectivo que llevaron al éxito su impulso de trabajo para ayuda de las comunidades en desventaja. Bajo su hermoso y propio lema de servicio comunitario, que dice: «Con el corazón en alto, como un ruiseñor sobre la más alta rama de América, piensa y trabaja por Guatemala, que es comunidad de intereses, unidad de tradiciones y fines, fusión dulcí­sima de amores y esperanzas», Marí­a Luisa de Pérez Calderón, dama visionaria e impulsora de varios movimientos en pro del progreso nacional, fundó el Consejo Nacional de Mujeres de Guatemala, su obra cumbre, inspirada en su profunda lucha patriótica, el 13 de octubre de 1964 a requerimiento de la Organización, Mujeres de América que postuló a Marí­a Luisa para fundar y organizar dicha entidad, capí­tulo de Guatemala, en la 17ª asamblea trienal del Consejo Internacional de Mujeres, celebrado en la ONU. El Consejo Internacional de Mujeres fundado en 1898 con sede en Parí­s es el organismo femenino más antiguo del mundo. El Consejo Nacional de Mujeres de Guatemala, a criterio de Marí­a Luisa de Pérez Calderón, fundadora, primera presidenta y luego nombrada presidenta honoraria, dirigió sus postulados a la promoción educativa y cultural en misión no gubernamental y como primer organismo femenino que inició su trabajo voluntario en el área rural. Este es un pequeño bosquejo de la amplia labor realizada por Marí­a Luisa, pionera del trabajo en las comunidades necesitadas, luchadora por la educación y la cultura. En recuerdo del segundo aniversario de su vuelo al infinito en el mes de febrero de 2005, va nuestro fuerte abrazo a su hijo, mi yerno Carlos-Rafael Pérez Dí­az, y un aplauso a Marí­a Luisa por toda una vida enmarcada en un frondoso voluntariado progresista premiado con una innumerable lista de altas condecoraciones que honran su nombre y honran a nuestro paí­s.