La obra inconclusa de Efraí­n Recinos


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El domingo pasado, un sismo de gran magnitud alertó a la población con epicentro en un hospital, provocando daños en nuestra identidad nacional y nuestro más alto sentido artí­stico: habí­a muerto Efraí­n Recinos (1928-2011).

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POR MARIO CORDERO íVILA

Sin embargo, un artista de la categorí­a de Recinos no puede morir; simulan su muerte, para trasladar su espí­ritu a sus obras. En su caso, el espí­ritu del maestro será morador eterno del Teatro Nacional, del cual ideó y construyó. Pero también de los murales del Crédito Hipotecario Nacional, del Aeropuerto y de la Biblioteca Nacional. Nos recordará su presencia en cada concierto en el auditorio del Conservatorio Nacional de Música, ya que ahora es uno de los personajes más de sus “Difusores acústicos”. Y aunque él haya muerto, su “Guatemalita” seguirá siendo su alter ego y hará travesuras, recordándonos que, ante todo, somos guatemaltecos, y a esta patria nos debemos.

í‰sa es la ventaja de los artistas de la categorí­a de Recinos, que no pueden morir, porque persisten en sus obras.

Por ello es muy importante rescatar la obra de los artistas. Sin embargo, hay tres obras que el maestro Recinos no alcanzó a ver, por uno u otro motivo. Una, de las que más resalta, es el Instituto Nacional de la Marimba -proyecto de Léster Godí­nez-, cuyo edificio Efraí­n Recinos ideó como una marimba llevada a su forma arquitectónica, y que vio instalada su primera piedra en 2005. Pero seis años después, el proyecto se paró por la falta de presupuesto.

Otra obra inconclusa de Recinos es un libro de cuentos, del cual estaba escribiendo, cada uno acompañado de una ilustración. Los cuentos serí­a de corte humorí­stico y fantasioso, en donde el maestro exponí­a su vena creativa como inventor, ya que alguno se basaban en la construcción de objetos fantásticos, como una nave hecha con varias narices de tamaño gigante, la cual se denominaba “El estornudomóvil”, o una máquina que permití­a a los comensales de un bar la posibilidad de no levantarse al baño “para no interrumpir la charla, sobre todo si se encontraba con una bella dama” –decí­a Recinos–, el cual se denominaba “El Cervecí­pedo”.

Pero una de las obras inconclusas que más duelen por la aparente censura sufrida, es el mural en relieve que estarí­a en el edificio de la Corte Suprema de Justicia. Tras la construcción de este edificio, en 1972, se habí­a previsto que hubiera algún tipo de ornato, para que estuviera en sintoní­a con edificios cercanos en el mismo Centro Cí­vico. Por ello, en 1979, se le encargó a Recinos el diseño de estos murales, los cuales estaban constituidos por dos grupos de ocho murales cada uno: uno en el ala norte, y otro en el oriente.

El mural se empezó a crear y hasta ya se tení­an listas las formaletas de madera, las cuales se trabajaban en el sótano del edificio. Tras seis meses de trabajo, se tení­an listas seis formaletas, pero un magistrado de la entonces Corte Suprema de Justicia, observó los avances del mural, por lo que decidió detener la construcción. Dí­as después, desaparecieron las formaletas.

Para ese tiempo, la censura era usual en el paí­s, y por lo que se puede observar en esta página, esta obra mural serí­a muy atrevida, sobre todo por la grave denuncia social que hací­a para entonces.

Buena parte de estos diseños se hubieran perdido, sino hubiera sido por la labor de la Fundación Mario Monteforte Toledo que logró rescatar ocho dibujos a color del que hubiera sido el mural del ala norte, suponiéndose que ya se encuentran perdidos los del ala oriente.

Como se puede observar en algunas de estas ilustraciones en esta página, el mural estarí­a cargado de una fuerte denuncia social. La personificación de la Justicia (reconocible por los ojos vendados) era un motivo recurrente en estos murales. Pero la venda de los ojos contrasta con lo que algunos personas tienen la misma venda, sólo que en la boca.

En adelante, los murales se conjugan con dos tipos de personas: los “sospechosos”, que se vinculan con personajes negativos, quienes aparecen armados, sonriendo con dientes juntos o con ojos tenebrosos, y otro tipo de personajes, que representan a las personas comunes, que más bien parecen vinculadas a que sufren de injusticia, sobre todo por tener machetes atravesados, como señal de su dolor y la violación de sus derechos.

Llama la atención, además, que la mayorí­a de personas, ya sea con connotación negativa o positiva, aparezcan con ojos vendados, al igual que la Justicia, como representando que en ese perí­odo violento de nuestra historia, la violencia era entre hermanos que no sabí­an lo que hací­an, y por eso la ignorancia representada con el hecho de no ver cuáles eran las consecuencias de sus actos.

El mensaje del mural era muy fuerte, pero sin duda que serí­a muy positivo el haberlo tenido frente a la sede del Poder Judicial, sobre todo por los altos í­ndices de impunidad que existen ahora, quizá al verlo, jueces y magistrados reconocerí­an en éstos el clamor de un pueblo que fue codificado por un artista.