Es la inseguridad y el desempleo el que ha actuado como «push effect» en este éxodo imparable, y al mismo tiempo la emigración se ha convertido en esa válvula de escape para una sociedad que como la nuestra, ha sido incapaz de crear empleos en la medida de nuestro crecimiento demográfico.
Sin embargo, los políticos y la sociedad norteamericana ya han puesto el grito en el cielo por ese flujo humano que se interna principalmente al sur de su frontera. De ahí el debate por la nueva ley migratoria. Mexicanos, centroamericanos, sudamericanos, caribeños, europeos y otras etnias del mundo, constituyen esos 13 millones de personas indocumentadas que hoy se encuentran dentro de territorio estadounidense. Solo nuestra comunidad asentada en ese país ya tiene una presencia significativa, y no lo menciono por ese efecto económico y social en que inciden las remesas en nuestro país ($ 3,500 millones), sino a la manera en que ese millón y medio de guatemaltecos empieza a tener peso, especialmente en la economía del mercado hispano de ese país. Strategic Research revela que los guatemaltecos ya tienen representación y capacidad adquisitiva en 20 ciudades estadounidenses, siendo sus actividades laborales de lo más variadas, desde la agricultura hasta algunos que se han destacado como exitosos empresarios.
No cabe duda que hoy los lazos y dependencia con Estados Unidos son más fuertes que nunca, de ahí la necesidad de tratar de plantearle a Bush, ahora en su visita, el nuevo panorama entre su país y el nuestro y en que de alguna manera hemos cometido el error de volvernos migradependientes. Pero para ese cambio necesitamos tiempo. Comprendemos la necesidad de ese país por regularizar la migración, pero también debemos hacer comprender que son seres humanos, familias completas las que están ya asentadas en ese gran país del norte y muchas otras personas aquí en Guatemala que dependen del trabajo de sus familiares en Estados Unidos. Hoy el presidente Bush nos visita en un momento en que el país se encuentra convulsionado políticamente por el asesinato de los parlamentarios salvadoreños y el de sus presuntos victimarios, sin embargo, esta situación no debe impedirle al presidente Berger solicitarle a su homólogo norteamericano su intervención ante el Congreso de su país por una ley migratoria más justa y humana, por supuesto, oportuno es también pedirle el cese de las deportaciones masivas. Este debe ser uno de los puntos básicos en la agenda de nuestra Cancillería. A mis estimados lectores me permito presentarles mis disculpas, porque en el artículo anterior al tratar de escribir la frase «el primer asentamiento europeo», consigné «el primer asentamiento humano». Trataré de que no vuelva a suceder.