Lo que hace falta para que la nueva ley de migración estadounidense salga a luz, es que los dos proyectos de ley, el del Senado y el de la Cámara de Representantes, logren conciliarse. La iniciativa de la reforma migratoria es algo que nace mucho antes de llegar al Congreso, y es importante hacer notar que resulta improbable, aun para países en bloque, lograr influir sobre las leyes internas de Estados Unidos. La renuencia de este país en legislar para suscribir el «Tratado de Kioto», es solamente un ejemplo de lo que deseo hacer notar. Claro, lo que sí se ha dado son consideraciones cuando ha existido afinidad de intereses entre gobernantes. Una muestra de esto es cuando la complacencia de El Salvador con la política exterior de EUA, obtiene como principal resultado el «Estatus de Protección Temporal» para sus ciudadanos con el argumento del «terremoto», ya antes el Mitch que si había causado grandes estragos, permitió a Maduro y Bolaños, de Honduras y Nicaragua respectivamente, integrar a sus connacionales a los beneficios que contempla este programa.
Guatemala con una típica política exterior tercermundista solamente logra hacer el ridículo al solicitar los «TPS» en el 2004, seis largos años después de que el Mitch arrasara nuestro territorio. Por supuesto, ya con el «Stan» no nos tomarían en serio. Hoy nuestro país a pesar de contar con un buen Canciller, poco es lo que puede hacer, los errores cometidos en este tema por éste y otros gobiernos solo han logrado reducir los espacios para maniobrar más efectivamente. Bush pronto estará visitándonos, y aunque se le puede solicitar su intervención en el Congreso norteamericano, no hay que olvidar que éste pertenece hoy a los demócratas y el Presidente estadounidense se encuentra hoy en día en «trapos de cucaracha» en lo que se refiere a índices de popularidad, por estas razones ya no resulta ser un actor determinante, aunque peor sería no hacer ningún esfuerzo. Las visitas de Guatemala a senadores y representantes norteamericanos realizadas hace algunas semanas, resultan absolutamente irrelevantes a estas alturas, la articulación de la nueva ley lleva su curso e inercia, «a la americana» diría yo. Cualquier funcionario guatemalteco que se atribuya el mérito que el consenso de la nueva ley migratoria tendrá en el Congreso norteamericano, solo hará el papel de farsante, como tratar de darle a la sociedad guatemalteca «atol con el dedo». No hay que olvidar que ni siquiera la propuesta mexicana de conformar un cordón de seguridad fronteriza inmutó a los congresistas norteamericanos.
Lo que veo venir es que la nueva ley de migración saldrá a luz con una dosis de miel y otra de veneno, quiero decir que una buena parte logrará legalizarse al mismo tiempo que muchos quedarán afuera. Lo peor es que esta ley al criminalizar la presencia de indocumentados en territorio norteamericano y al penalizar a los empleadores y a quienes los asistan, más que cualquier «murito poroso», estos últimos elementos se constituirán en el freno categórico a esa corriente humana que hasta la fecha continúa internándose en territorio norteamericano. Esto quiere decir que ya no podremos exportar más población a ese país, y por supuesto en pocos años estaremos «extrañando» esos 3,500 millones de dólares anuales en remesas que hoy sostienen a la economía nacional. Y… ¿estaremos preparándonos para ese cambio?