Como bien dijo el Editorial de este medio el día viernes, el jueves el mundo pesó menos por la muerte de Nelson Rolihlahla Mandela y es que el icónico personaje de Sudáfrica nos dejó un legado de lucha en contra de la discriminación y la marginación, sin utilizar el odio, el rencor y la revancha natural del ser humano.
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Siendo el Apartheid la dominación de una minoría racial que privó de los elementales derechos de todo ser humano a los negros, Mandela luchó, según sus palabras, de una forma consciente y así lo dijo durante el juicio por el que fue condenado en 1964 a cadena perpetua por traición a la patria, extractos que publicamos aquí en La Hora: “No negaré que he planeado el sabotaje. No lo planeé por insensatez o porque tenga algún gusto por la violencia”.
“Lo planeé como resultado de una evaluación calmada de la situación política que ha surgido de muchos años de explotación, tiranía y opresión de los blancos en contra de mi gente”, dijo. “He peleado contra la dominación blanca y contra la dominación negra. He atesorado el ideal de una sociedad libre y democrática donde todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades”, agregó para terminar diciendo: “Es un ideal que espero vivir y alcanzar. Pero si se necesita, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir”, sentenció. Las negrillas y lo subrayado son míos.
Y es que a pesar de su ejemplo y lo que es hoy Sudáfrica, a pesar de que estamos en otro siglo, a pesar de que han pasado casi 50 años desde que se esbozaron esas palabras, 20 años desde que Mandela fue Presidente y tuvo en la reconciliación la mejor arma para guiar a su pueblo en contra de todas las cínicas predicciones que si los negros alcanzaban el poder el país se autodestruiría, en Guatemala hoy vivimos una realidad de opresión y marginación que no nos permite ni permitirá enderezar el rumbo.
En Guatemala tenemos la necesidad de entender que en la medida en que queramos seguir pensando que el pobre, el indígena o las personas del área rural son ignorantes porque son brutos, haraganes o porque quieren, no tenemos futuro. Y a esa creencia le debemos sumar la actitud de los políticos que los utilizan como un mero instrumento electoral, valiéndose de una ignorancia que es tan planificada como quien pretende ejecutar un asesinato perfecto.
No ha sido y no será coincidencia el abandono del que son víctima nuestra raza originaria y los ladinos pobres, toda vez que estimamos que el país puede salir adelante con los mismos de siempre y los pocos que se han logrado colar en un sistema hecho para premiar el egoísmo y satanizar la solidaridad sostenible.
Creencias como las que este país es de todos y que si la lucha la hacemos juntos, levantándonos y cayendo como una sola nación, se quedan en palabras bonitas porque no hemos entendido que en la medida que más gente tenga acceso a educación, salud y oportunidades que hasta la fecha les han sido negadas, no seremos la Guatemala que anhelamos.
No debe ser el momento en que los oprimidos por todos esos años perdidos, sumidos en la pobreza y el subdesarrollo, utilicen la violencia y la venganza como la única alternativa del cambio. Es momento que aquellos que hemos sido bendecidos con más oportunidades nos demos a la tarea de trabajar sosteniblemente en medidas que nos beneficien a nosotros, pero también a nuestra gente y nuestro país, para erradicar entre otras cosas la corrupción que mata y discrimina de forma silenciosa.
Es momento que como dijo Mandela, trabajemos juntos por una emancipación nacional que nos permita liberar a los marginados del “yugo de la pobreza, la privación, el sufrimiento y la discriminación”.
En Guatemala tenemos las herramientas y la calidad para hacerlo, pero no lo hemos hecho, entre otras cosas, porque no lo estimamos necesario. No esperemos a que, como en Sudáfrica, se llegue al punto extremo en que todos los que se sienten marginados no entiendan razón y busquen con sed una venganza “natural”; eso debe ser nuestra mejor motivación para que pobres y ricos, indígenas y ladinos, personas de áreas urbanas y rurales, trabajemos juntos porque Guatemala sea algún día, un ejemplo como hoy lo es Mandela y su Sudáfrica querida.