Ante la intención anunciada por el Gobierno de realizar una reforma del Estado, se confirma que nuestras autoridades se han dado cuenta que el sistema actual se encuentra colapsado y que no podemos esperar resultados diferentes, mientras los problemas estructurales y de fondo no sean debatidos con el afán de alcanzar cambios que nos den esperanza.
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Han surgido diversas y variadas opiniones, desde aquellas que dicen que todo es una excusa para debilitar los diversos organismos del Estado, especialmente el Legislativo, así como aquellos que dicen que la reforma constitucional, por cualquiera de las vías que permite la ley, no es necesaria porque se pueden alcanzar las modificaciones de otra manera.
El punto es que cada día son más los guatemaltecos que reparan e insisten en la necesidad de un cambio estructural que nos permita sentar las bases para luchar en contra del secuestro de los poderes del Estado, la corrupción y el tráfico de influencias, entre otros, que de persistir nos eliminan toda posibilidad de desarrollo social para el país y su gente.
No es secreto cómo al Ejecutivo lo secuestran desde el financiamiento de las campañas políticas, lo que deriva en que éste termine siendo más un promotor de negocios de los financistas del Gobierno, además que, como reconoció la Vicepresidenta el día de ayer, no se tienen cuadros que permitan prepararse desde un inicio para gobernar. Se preparan para ganar.
Qué decir del Congreso. La gran mayoría de diputaciones no responden a las intenciones, preparación y propuestas de la persona, sino a lo que vayan a representar económicamente para la campaña y lo que luego vaya surgiendo de esa forma de operar que se ha establecido desde hace años, es decir, el valor a los votos en comisiones, en el Pleno y el listado de obras.
El Organismo Judicial, por consecuencia es víctima de lo que ocurre en el Congreso y las malas prácticas que como sociedad tenemos, porque son los diputados los que, en base a arreglos, eligen a los magistrados que salvo contadas excepciones, terminan respondiendo a los intereses de quienes pactaron para elegirlos, haciendo muy difícil construir entonces un verdadero Estado de Derecho. Esos mismos magistrados nombran a nuestros jueces.
Con ese similar vicio, se elige a las cabezas de diversas instituciones del país y de ahí, lo que deriva en un debilitamiento de nuestras instituciones. Pero es un debilitamiento para la sociedad, porque se encuentran sólidas, fortalecidas y ahí sí, eficientes pero para defender los intereses de unos pocos. El resultado está a la vista.
Viendo la realidad, es difícil no ser proclive a una reforma que se muestra vital para el futuro de nuestro país, pero para lograrla, se necesita que los actores en sus diversas ramas tengan la habilidad para señalar los vicios que imperan en el sistema. Existen funcionarios honrados de los que el país necesita que marquen distancias de los vicios, pero a los que, como sociedad, no podemos dejar solos.
Es importante que se puedan señalar las deficiencias de un sistema, que estando tan bien diseñado y estructurado, no le bastarán las buenas intenciones y al que, si no le llegamos al fondo, no nos permitirá sentar nuevas bases para que proteja a la misma sociedad y deje de ser el escudo de minorías que con cultura de poder, lo han sabido aprovechar a la perfección.
Por tanto, como ciudadanos también debemos dar un paso al frente en este proceso si ya estamos cansados de ver cómo son las cosas en nuestra Guatemala. Cerrar filas contra la impunidad, es un buen comienzo porque ese es, el rey de todos nuestros males.