La NBA entra en un perí­odo de incertidumbre


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Mientras Dirk Nowitzki y Dwyane Wade intercambiaban canastas en una electrizante final de la NBA, con un nivel de interés que la liga no habí­a logrado desde la era de los Lakers de Kobe y Shaq, las preguntas sin respuesta fácil se hicieron frecuentes.

Por BRIAN MAHONEY
MIAMI / Agencia AP

¿Cómo puede el comisionado David Stern pedirles a todos esos nuevos televidentes que se pongan a ver otra cosa?

¿Por qué los propietarios de equipos y jugadores pueden echar por la borda todo el entusiasmo que la liga ha generado en el último año?

¿Cómo puede ser que paralicen las actividades de la liga? ¿Justo ahora?

«Es una situación extraña, cuando el deporte se encuentra en su mejor momento, cuando hay récords de teleaudiencia, cuando el entusiasmo está en un nivel sin precedentes», comentó Jeffrey Kessler, el abogado del gremio de jugadores, la semana pasada. «Es medio extraño ver que los propietarios digan: ‘Vamos a destruir este deporte a menos que se cambie toda esta estructura’. Los jugadores sólo quieren salir a jugar».

Nadie puede predecir cuándo podrán tener esa oportunidad. Cuando los Mavericks de Dallas le dieron el golpe de gracia al Heat de Miami el domingo en el sexto partido de la final, la NBA entró en un receso de total incertidumbre.

Dueños y jugadores están muy distantes en las negociaciones de un nuevo contrato colectivo que reemplace el que vence el 30 de junio. Los jugadores aseguran que los propietarios planean un cierre patronal si no hay un nuevo convenio.

La vez anterior que la NBA tuvo una paralización fue en 1998-99, con una temporada de 50 partidos. La amenaza de que varias fechas no se disputen es fuerte.

Bajo el argumento de que las pérdidas esta temporada ascendieron a 300 millones de dólares, la NBA no ha cedido en su deseo de un cambio significativo en la actual estructura financiera.

Los dueños quieren dar contratos más cortos y con menos garantí­as. También quieren reformar el tope de salarios para impedir que los equipos lo superen, como pueden hacerlo ahora en algunas circunstancias.

Y Stern afirmó que las cifras récords de teleaudiencia en Estados Unidos y toda la buena publicidad que la liga ha recibido no cambian para nada su punto de vista para buscar un arreglo de inmediato.

«No necesito que otros factores influyan para llegar a un acuerdo», dijo.

La NBA sabe que el dinero de los contratos de televisión está asegurado con o sin partidos.

El interés generado se debe en gran medida al Heat. Cuando LeBron James y Chris Bosh se sumaron a Wade en Miami, el Heat se convirtió en el foco de atención, ya sea para verlo ganar o por el bastante difundido deseo de verlo fracasar.

Hace un año, el panorama era muy diferente, cuando la final de los Lakers y Celtics se fue al máximo de siete partidos, y luego se entró de inmediato a un histórico receso en que la libertad de acción de varios astros acaparó titulares.

Los tradicionales rivales de Boston y Los Angeles se mantuvieron fuertes y los equipos de grandes ciudades como Nueva York y Chicago se reforzaron con jugadores libres y repuntaron en la tabla de posiciones, lo que extendió el entusiasmo a la temporada regular.

Pero la bonanza de los jugadores libres demostró por qué los dueños quieren cambios. Stern sostiene que acusan la presión de invertir mucho para mostrarle a sus aficionados que están comprometidos a ganar. Los equipos de ciudades pequeñas, en cambio, no pueden darse esos lujos al tener en cuenta que sus ingresos por venta de entradas y derechos de TV no están garantizados si sufren malos resultados.

Es por eso que quieren una estructura en la que frenarán el gasto con un rí­gido tope de salarios, a lo cual los jugadores se oponen enfáticamente.

«Ya tenemos salarios máximos, tenemos un lí­mite en aumentos anuales, tenemos restricciones en los canjes de jugadores, podemos decir que ya tenemos un techo rí­gido», dijo Billy Hunter, el director ejecutivo del gremio de jugadores.

Las partes tienen previsto reunirse dos veces esta semana y confí­an mantener una agenda activa hasta fin de mes.

Si las negociaciones fracasan, pues la NBA emularí­a los pasos de la situación laboral de la NFL, actualmente en instancias judiciales. Eso es algo que ambas partes quieren evitar.

Aunque un paro de actividades en julio no tenga efecto al considerar que no hay partidos, Stern insiste que «de veras sentimos el peso del plazo que afrontamos».

¿Pero pueden hacer algo?

«Creo que ésta es una situación en la que los jugadores van a tener que sacrificarse y creo que al final de cuentas los dueños también tendrán que sacrificar un poco», comentó Roger Mason, el representante de los jugadores de los Knicks. «Creo que la parte más difí­cil es determinar un punto medio».

MAVERICKS
Festejo


Mientras los Mavericks de Dallas festejaban su campeonato en camisetas alegóricas empapadas en champaña, podí­an mirarse unos a otros y reí­rse de aquéllas reputaciones que solí­an cargar.

El base que era demasiado viejo y su suplente, demasiado bajo. El dueño bocón y arrogante. El pivote ágil, pero propenso a las lesiones. El entrenador y la estrella principal, demasiado blandos como lí­deres.

Todos ellos disfrutan ahora de otra etiqueta: campeones de la NBA.

Al menos por este año, los Mavs demostraron que los súperequipos no se construyen a partir de dos o tres estrellas. El alemán Dirk Nowitzki es su único astro en el mejor momento de su carrera, pero Dallas ganó a la antigua, subrayando aspectos clave como el compañerismo y la falta de egoí­smo.

«Creo que ésta es una victoria del básquetbol en equipo», dijo Nowitzki. «Esta es una victoria del juego en equipo en los dos lados de la cancha, de compartir la pelota, de pasar la pelota. Y lo hemos hecho toda la temporada».

«Somos campeones del mundo», agregó. «Suena increí­ble».

Los Mavericks llegaron el lunes a Dallas y planeaban un desfile de celebración por el centro de la ciudad para la mañana del jueves, confirmó la vocera Sarah Melton. El dueño Mark Cuban se ofreció a pagar los gastos a la alcaldí­a.

Nowitzki decidió quedarse en Dallas cuando Cuban le prometió que intentarí­a triunfar con el mismo núcleo de jugadores, reforzado con algunos suplentes.

«Tienes que tener jugadores que se tengan confianza mutua y se la tengan al entrenador», dijo Cuban. «Y eso es un proceso, no sucede de la noche a la mañana. No hay soluciones rápidas, no hay un molde único para ganar el campeonato. Si lo hubiera, todo el mundo lo seguirí­a».

Es notable que Dallas logró la hazaña sin dos jugadores considerados titulares: Caron Butler, su segundo máximo anotador hasta que sufrió una severa lesión de rodilla en Año Nuevo, y Rodrigue Beaubois, un escolta veloz que debí­a energizar los ataques, pero quedó frenado por dos lesiones serias.

Así­, el entrenador Rick Carlisle se dedicó a cambios constantes en la alineación, como los que llevaron al puertorriqueño José Juan Barea a ser titular en la serie final cuando no mostraba un buen nivel. Pero Dallas ganó tres partidos seguidos y DeShawn Stevenson, que quedó en la banca, aprovechó su nuevo papel.

El pivote suplente Brendan Haywood estaba limitado por una lesión de cadera, pero el francés Ian Mahinmi lo reemplazó sin problemas y hasta anotó dos tiros memorables en el último partido. Brian Cardinal aprovechó los minutos que tuvo para defender con agresividad y tirar al aro cuando lo dejaban libre.

«Este es el equipo más especial del que he sido parte», dijo Carlisle, que integró nada menos que los Celtics campeones de 1986. «Visto de lejos, no parece un equipo arrollador en lo fí­sico. Así­ que mucha gente piensa que no tenemos el valor, la rudeza y la fortaleza mental… No se puede soslayar cómo todos estuvieron listos y respondieron al llamado».

El escolta Jason Terry le tení­a tanta confianza al plantel que en octubre se tatuó el trofeo de campeón en el bí­ceps derecho y prometió borrarlo si no lo ganaban.

«(Miami) tení­a tres jugadores, pero nosotros tenemos 14 o 15», dijo Terry. «Con esa confianza mutua, en el sistema, en los entrenadores, simplemente tení­amos fe… Este equipo tiene un corazón del tamaño de Texas».

Hasta el domingo, estos quince jugadores sumaban 133 temporadas sin un solo anillo de campeón. Nowitzki y Jason Kidd eran candidatos al «mejor jugador que nunca ganó el tí­tulo».

Todos sabí­an lo que era haber sido ví­ctimas del desdén. Terry llegó como reemplazo cuando el astro Steve Nash dejó el equipo, Barea ni siquiera fue escogido en el draft, las lesiones de Chandler asustaban a sus posibles equipos y Carlisle terminó despedido de dos equipos por no pasar de la final de conferencia.

Los Mavs siempre habí­an sido buenos, pero nunca los mejores. Este año, concretaron once temporadas seguidas con al menos 50 victorias, un logro que sólo alcanzaron los Spurs con Tim Duncan y los Lakers con Magic Johnson. Pero éstos ganaron varios tí­tulos en el camino al récord y Dallas sólo habí­a alcanzado el subcampeonato de 2006.

En la primera ronda de playoffs, desperdiciaron una ventaja de 23 puntos y perdieron el cuarto partido contra Portland, pero desde entonces lograron remontadas importantes en cada una de las rondas siguientes, incluidos tres encuentros de la serie final.

Nowitzki fue clave en esos cuartos perí­odos, a veces de manera espectacular: una bandeja de zurda en el segundo partido de la final, con el dedo medio lesionado; diez puntos y cinco rebotes en el cuarto parcial del cuarto partido pese a una fiebre alta.

Ahora se suma a Duncan y Kobe Bryant como los únicos jugadores activos que han ganado el premio al Jugador Más Valioso en la temporada regular y en una final.

«El año en que ganó el premio (2007) ni siquiera se compara con lo que hizo este año en la postemporada», dijo Terry. «Estoy feliz de ser parte de esto».

HEAT
Futuro de dudas


Mudarse de Cleveland a Miami trajo un cambio de clima para LeBron James, pero el resultado final fue el mismo: una nueva temporada, su octava en la NBA, sin un campeonato.

Poco después de perder la final el domingo contra los Mavericks de Dallas, James se las tomó con los que lo criticaron a él y al Heat, de quienes dijo que sus vidas seguirán siendo iguales pese a su derrota. Pero la verdad es que la figura de James tampoco llegará por ahora a la estratósfera, donde siempre ha creí­do que pertenece.

«No hay distracciones que puedan detenerme en mi intento de buscar un campeonato de la NBA», dijo James tras la derrota.

Sin embargo, siempre parece haber algo que le impide ganar ese campeonato.

En 2007, su primera final terminó en una barrida a manos de los Spurs, claramente mejores que sus Cavaliers.

Esta vez, el Heat era el claro favorito, tení­a ventaja de localí­a y llegaba inspirado tras superar a Boston y Chicago en un total de apenas 11 partidos. Pero a la victoria en el primer partido le siguió un colapso al final del segundo y después Dallas ganó cuatro de los últimos cinco encuentros.

«Fue una temporada para el recuerdo, un grupo de jugadores que se juntaron en pos de una meta común y sacrificaron muchas cosas con las que estaban cómodos», dijo el entrenador del Heat, Erik Spoelstra. «Fue un grupo trabajador que vino a entrenar cada dí­a para intentar perseguir ese sueño. Se produce un vací­o cuando no logras tu meta».

«No hay nada que podamos decir ahora mismo que elimine ese dolor», agregó. «Quizás se trate simplemente de un ritual de crecimiento antes que podamos avanzar y dar el próximo paso».

James dijo que pasará el receso veraniego mejorando su juego. Lo mismo prometió Dwayne Wade, el otro lí­der de la escuadra. El Heat buscará mejorar su plantel con un base, un pivote, mejores suplentes… o todas esas opciones juntas. Cuando vuelva a comenzar la temporada —con o sin cierre patronal_, Miami enfrentará la misma disyuntiva: ganar todo o fracasar.

«Cuanto más tiempo tengamos para pensarlo y darnos cuenta de lo cerca que estuvimos, nos arderá por dentro como competidores que somos», dijo Wade.

«Al final, nos llevará a volver a esta etapa», agregó. «Así­ que entendemos que nuestra meta es ganar el campeonato. No pudimos lograrlo el primer año, pero éste no es el final del Heat de Miami. Lo usaremos como motivación y volveremos a intentarlo».

Más allá de su actitud desafiante, James falló donde más importaba. En las finales, fue el tercer anotador de Miami, con 17,8 puntos por partido, detrás de Wade y Chris Bosh. Anotó un total de 18 puntos en la suma de los perí­odos finales de los seis partidos. El domingo, en los minutos finales, los simpatizantes le rogaban que atacara más, en particular en un momento en que pasaba la pelota ni bien le llegaba a las manos.

«Creo que gran parte de las crí­ticas han sido injustas», dijo su compañero Udonis Haslem. «Es un gran jugador, la gente buscaba atacarlo desde el momento en que llegó a Miami… Más allá de lo que digan, no le pueden negar que es el mejor jugador de la NBA, por lejos».

«La gente que se queja lo sabe, simplemente no quieren decirlo, así­ que buscan cosas que criticarle», agregó. «El es el mejor de la NBA y todos los que lo critican lo quisieran tener en su equipo».