La Navidad y nuestro amor fraterno


La Navidad es una fecha de reflexión para todas las personas que creemos en un Dios, pero también para las que no creen en í‰l, ya que también es el fin de otro año de nuestras vidas. Nos hacemos muchas preguntas acerca de lo realizado, lo pendiente, la mejor o la peor decisión tomada y hacia donde vamos con las mismas. También de manera regular cuestionamos como son nuestras relaciones con otras personas: los vecinos, vendedores, la gente de la calle, nuestras amistades, nuestra familia. Es por ello que pretendo abordar el tópico del amor fraterno.

Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
crismodenesi@gmail.com

Hablar de amor fraterno es tocar un tema profundo de amistad y de solidaridad entre humanos, de nuestra dignidad en nuestro género, es parte de nuestro sentido especial de vida, de nuestra autorrealización y deseo y de la necesidad de mantener una relación con los demás.

Cuando hablamos del amor, hablamos de la alegrí­a por la existencia de otro ser humano y de experimentar placer con su felicidad. El amor en esencia no es una relación con una persona especí­fica, más bien, es una actitud, una manera determinada, que influye en la manera en que las personas se relacionan con el mundo en su totalidad. No es posible amar a algunas personas y pensar excluir, o más bien ser indiferentes o mal intencionados con el resto de congéneres.

Y he allí­ un grave problema porque la mayorí­a de nosotros/as consideramos que nuestro amor ha de ser destinado a alguien y no una potencia o un talento que hemos de desarrollar y trabajar con el mismo en el transcurso de nuestras vidas.

Me atreverí­a a decir que muchas personas se preocupan más por ser amadas que por aprender a amar, por recibir más que por dar, por esperar más que por infundir esperanza y esto no contribuye de una forma positiva a que nos sintamos unidos, a que desarrollemos nuestras facultades humanas, a que disfrutemos de nuestra propia solidaridad de carácter, en fin nos hace egoí­stas, infelices y solitarios.

Nuestra capacidad de amar a los demás, llega a constituir una práctica y un estilo de vida que nos proporciona un sentido en la misma.

Cuando el potencial de amar de forma exclusiva comienza a desarrollarse obtenemos la disposición de amar por amar y no por necesitad. A través del amor realizamos una gran celebración de la vida, descubrimos lo bueno que es el sentimiento de «estar vivos».

Para estar en condiciones de amar a otras personas hemos de encontrar nuestro amor propio y con ello sentir también la felicidad. En la Biblia se refieren a esto cuando nos dice: ama a tu prójimo como a ti mismo.

El amor y la capacidad de relacionarnos de manera í­ntima influyen en nuestras enfermedades, en las cosas que nos permiten sentirnos bien, pueden ser causales de tristeza y de alegrí­a. También contribuyen a que vivamos en sufrimiento o nos conducen a la curación de nuestro dolor tanto emocional como fí­sico. Y a manera de conclusión de este artí­culo, quisiera compartirles un pequeño poema de Virginia Satir, una experta terapeuta, que se titula CREO:

Creo, que el mejor regalo que puedo recibir de alguien es

Que me vea, que me escuche, que me entienda y que me toque.

El mejor regalo que puedo dar es, ver, escuchar, entender y tocar a otra persona. Cuando se ha hecho esto, siento que se ha establecido contacto.

Así­ que podemos fortalecer nuestros lazos fraternales, endulzando nuestra vida, siendo partí­cipes y arquitectos de nuestra propia felicidad. Y para ello siempre estaremos a tiempo. Les agradezco la posibilidad de mantener contacto con todas y todos ustedes.