Hoy a las 12 de la noche se celebra el nacimiento de Jesús y por estos días los humanos nos volvemos más sensibles, más conscientes, más humildes, más reflexivos y más perdonadores, porque de alguna u otra manera el espíritu y el sentimiento de la Navidad, es decir, la celebración del nacimiento del Hijo de Dios nos hace mella para intentar ser mejores.
pmarroquin@lahora.com.gt
En esta época es muy común que la gente se preocupe y conmueva por los que menos tienen, por los marginados, por aquellos que no tienen un hogar para pasar las fiestas por los que no tienen ropa para taparse o techo para cobijarse. Además, es muy común ver que estas fechas terminan siendo propicias para ponerle fin a pleitos de antaño y todo se atribuye al espíritu y razón de ser de la Navidad.
Ahora celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, el cumpleaños de Jesús y en la medida en que cada quien lleve su relación con ese ser superior, así será la forma en que se vivirá la Navidad. Pero al margen de ese debate que puede ser más religioso o filosófico porque cada quien es libre de llevar su vida espiritual como lo juzgue más conveniente y no es papel de nadie cuestionarlo, creo importante tener presente la necesidad que tenemos de vivir con los mismos sentimientos y deseos de ser mejores por nosotros y los que están alrededor en los otros 364 días del año.
Cuando es el aniversario de bodas, el cumpleaños de un ser querido, el Día de la Madre, el del Padre, del Niño, del Migrante, etc., terminamos haciendo sentir especial, ese día, a la persona de quien se trate; yo siempre he pensado en la necesidad que tenemos los humanos de tratar que se valore a las personas todos los días y todos los momentos.
En este 2013 supe la historia de un niño de 10 años que le dijo a sus papás: “En el Día de la Madre y del Padre no haré mayor comentario, porque para mí todos los días debemos celebrar su presencia, agradecer la oportunidad de tenerlos, poderlos abrazar todo el tiempo y ese será mi propósito: demostrarlo siempre”.
Viviendo en una sociedad que tiene una carencia de valores y en la que se ha perdido el rumbo, creo importante asimilar que para cambiar Guatemala no necesitamos lanzarnos a la política partidista, sino vivir más como que todos los días fuera Navidad, es decir, más atentos con los nuestros y con los que están a nuestro alrededor, más agradecidos, más humildes y más conscientes.
Debemos intentar mantener ese sentimiento de solidaridad que aflora cuando vemos a los más necesitados y que no implica que cada quien deba renunciar a lo que tiene y aspira, sino solo que podamos trabajar juntos por una Guatemala que sea más incluyente, justa y generadora de oportunidades para todos, cosas que muchos agradecen o incluyen en el rezo de la medianoche de hoy.
Si como en la Navidad, logramos que durante el año la familia sea lo más importante y lo que más seguridad le da al ser humano, fortaleceremos el núcleo de la sociedad. Si logramos estar menos indiferentes, lograremos dimensionar que el sistema que tenemos se alimenta de nuestra apatía. Si logramos estar más conscientes de la pobreza, podremos trabajar juntos para erradicarla. Si logramos estar más conscientes de que no estamos generando oportunidades para aquellos que luchan por ellas, podremos tener mayor humildad para vernos hacia adentro e intentar cambiar para generarlas. En conclusión, si pensamos más en nuestro país, lucharemos por cambiarlo.
Ojalá hoy nos sirva para determinar qué rumbo queremos para nuestras vidas y para nuestro país y que eso nos permita pasarla en paz para intentar vivir los valores y el sentido de la Navidad. Primero Dios todo lo que nos inspira esta fecha perdure los 365 días del año y sea la antesala a tener la Guatemala que todos soñamos.
¡Feliz Navidad!