La Navidad como elección


La Navidad la hizo posible José, el más humilde de los carpinteros, cuando adoptó un hijo que no era propio. La segunda decisión fue viajar a Belén, pues bien pudieron esperar a que el niño naciera en Nazaret y, unos dí­as después, al estar repuesta Marí­a, emprender el camino a Belén. En esa época no habí­a un plazo perentorio para realizar el censo, ya que las autoridades debí­an esperar a las muchedumbres que se desplazaban. El nacimiento del niño en Belén fue un retorno a los antepasados, en la aldea del rey David. Los judí­os peregrinaban cada año a Jerusalén movidos por el impulso de volver a sus orí­genes.

Marco Vinicio Mejí­a

La adopción instituida por José nos permite mirar hacia delante, en la ruta que orientan los hijos. En contraste, buscar nuestras raí­ces es mirar atrás. De manera periódica necesitamos volver a las fuentes, trasladarnos a Belén y nacer de nuevo. La Navidad es ocasión de querer sentirnos niños otra vez, de vivir una especie de «segunda ingenuidad», como la denomina el filósofo Paul Ricoeur.

Marí­a y José también optaron por la soledad. El Evangelio dice que «no habí­a lugar para ellos», frase que ha sido interpretada como falta de hospitalidad de los habitantes de Belén. Lo que no habí­a era espacio para el estruendo, pues Cristo no sacudió al planeta con la presencia de su majestad sino arribó en silencio. Muy pocos se dieron cuenta de su llegada y celebraron con el regocijo de la paz, con la quietud de la alegrí­a, con el sigilo de la sinceridad.

Navidad es una oportunidad para concentrarnos en los valores más profundos, sin los cuales no podrí­amos vivir en paz. La familia es una elección y la solidaridad nos enseña a ser libres. Una sociedad como la guatemalteca, en la cual la violencia nos ensordece y la pobreza de la gente acalla las conciencias distraí­das, no hay lugar para la familia de Dios.

Marí­a y José eran pobres, pero no perdieron su alegrí­a y generosidad. Al contemplar la humildad del pesebre sagrado, cada uno puede elegir el camino que nos aparta de las miserias. Esta es la opción de la propia dignidad, esto es, ocupar el lugar de cada quien en el mundo.