La música coral de Felix Mendelssohn


celso

Continuamos con los oratorios de Felix Mendelssohn, extraordinario músico y uno de los grandes compositores universales. Y como siempre esta columna está dedicada a Casiopea, tierna esposa dorada, que resurge en cada motivo de mi vida, imposible y maravillosa, porque mi amor le abraza las pupilas y las sienes, como abraza la tierra de Rivendel de donde brotó poeta y músico.

Celso A. Lara Figueroa
Del Collegium Musicum de Caracas, Venezuela


En columna anterior, comentábamos la primera parte del oratorio Elías, grandes composiciones que han trascendido a través de los años y que han dejado un legado  para los amantes de la  música.

Segunda Parte: No  todo Israel se ha conmovido por el milagro.  Pero una piadosa mujer incita al pueblo a la obediencia: “Escucha, Israel, la voz del Señor” (esta espléndida aria fue compuesta por Mendelssohn para la célebre cantante Jenny Lind).  Después, el coro muestra su fe. 2. De nuevo se representa Elías ante el rey Ajab, que persevera en la idolatría. El profeta le amenaza: Dios castigará a Israel por el pecado de Ajab.
  
    El coro describe la escena: un viento fuerte y violento desgarra las montañas y rompe las rocas; viento, terremotos y fuego se suceden sin interrupción. Elías no ha profetizado en vano, pues detrás de él, otros muchos confesarán a Dios.  Una magistral fuga termina esta crónica maravillosa.

Pablo (1836)
    El principio de la Obertura introduce el coral “Despiértate”, refiriéndose a Saulo. En un “con moto”, sigue una fuga sobre un motivo poco significativo en compás de 3/4, e interrumpida por diversas repeticiones del coral.

Primera parte. El primer coro alaba a Dios, y reprocha a los paganos su rebelión contra Cristo; como coda, el coral canta: “Sólo a Dios”. Una soprano narra cómo hizo milagros el piadoso Esteban (Hechos, 4, 7), cómo los doctores de la ley excitaron al pueblo contra él y le hicieron prestar falsos testimonios contra el Justo. Esteban advierte a los judíos que los antepasados de éstos han renegado de Moisés y perseguido a los profetas; esto enfurece aún más al pueblo, el cual termina por exigir la muerte de Esteban. 

La lapidación de Esteban, dramáticamente expresada por el fanático coro “¡Lapidádle!”, está seguida por el apacible coral “A ti, Señor”.  El personaje principal, que antes de su conversión se llamaba Saulo, aparece entonces; incidentalmente se advierte que el joven guardó los vestidos de los verdugos.  La glorificación de Esteban está confiada al coro. 
     
      Mendelssohn se esmeró con la música que representa la conversión de Saulo en Pablo.  En el camino de Damasco, Saulo oye la voz de Dios (coro femenino); recibe la orden de seguir adelante, entrar en la ciudad y preguntar lo que debe hacer. El grandioso coro “Levántate” (Isaías, 60, 12) subraya la conversión de Saulo en Pablo. Igualmente, el coral “Despiértate” alcanza aquí su máxima altura.  Saulo, momentáneamente ciego, es llevado a Damasco por sus compañeros. Pablo entona el cántico de acción de gracias: “Gracias, oh Dios mío”. El coro termina la primera parte: “¡Oh, cuánta riqueza!”.

Segunda  Parte. Los cristianos triunfan.  Pablo ha predicado por todas partes; el coro reconoce la fama de este apóstol de la paz. Sin embargo, los judíos ortodoxos son adversarios suyos y deliberan el modo de matarle. Pablo y Bernabé prosiguen sus viajes; en Lystra curan a un paralítico y los paganos, al saberlo, intentan adorarles. Los apóstoles se oponen a ellos y les hablan de Dios.

   Con ello finaliza uno de los oratorios más impresionantes de la música occidental, de los pocos que se acercan a la magnificencia de Bach y Haendel, pero con un nuevo espíritu, tanto místico como musical.