La muerte de una niña reaviva psicosis en barrio


Marí­a de la Cruz Meza habla con un reportero en el funeral de su hija Marí­a Fernanda, mientras sus hijas Dulce Janet y Mayra Bereneci observan la cámara.

AFP PHOTO/Eitan Abramovich» title=»Marí­a de la Cruz Meza habla con un reportero en el funeral de su hija Marí­a Fernanda, mientras sus hijas Dulce Janet y Mayra Bereneci observan la cámara.

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<p>La muerte de una niña enferma suele ser una noticia triste. Salvo en México, donde el fallecimiento generó pánico en un barrio popular de la capital, señal de la psicosis desatada por la gripe porcina.</p>
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Antes de su muerte, Marí­a Fernanda, de 4 años, sufrí­a de fiebre y dolores musculares. Los sí­ntomas asustaron a los vecinos, preocupados por la presencia del virus que dejó ocho muertos y 99 casos confirmados de contagio.

«Tememos que haya muerto de la influenza porcina. Nadie nos dio ninguna información. No sabemos qué hacer», dijo, desamparado, Claudio Liat, un corpulento agente de seguridad de 31 años, padre de una niña pequeña.

Unas 40familias viven con él en el edificio donde los padres de Marí­a Fernanda eran porteros, un monobloque de ladrillos situado en la Colonia Agrí­cola Pantitlan, un sector industrial al norte de la capital mexicana.

En medio de la incertidumbre, uno de los habitantes del barrio cambió su mascarilla de papel por una máscara de gas.

«Ahora todo el mundo tiene miedo del contagio acá», indicó, con gesto enojado, una vendedora de las tradicionales tortillas de maí­z mexicanas.

Sin embargo, todo parece indicar que la niña, fallecida ayer, no sufrí­a gripe porcina sino una infección contraí­da tras una fractura de fémur.

En los cinco dí­as previos a su muerte, sus padres la llevaron a dos centros de salud diferentes. Los médicos no dejaron a la niña internada, únicamente enyesaron la pierna y prescribieron algunas gotas de paracetamol.

«Los doctores están tan enfocados en la gripe porcina que descuidan a los demás enfermos. Eso es el verdadero escándalo», afirma su madre, Marí­a de la Cruz Meza, blandiendo las recetas, rodeada de sus otros pequeños hijos.

«Mi hijita se murió de noche en mis brazos. Los vecinos ni se acercaban porque pensaban sólo en la influenza», cuenta con la voz entrecortada esta frágil mujer de 26 años, al volver en autobús del entierro.

Pero su protesta no encuentra eco entre sus vecinos, tan irritados como atemorizados por la súbita invasión de periodistas y cámaras de televisión mexicanas. «Â¡Váyanse!», grita una voz desde detrás de una ventana.

«Para mí­, los padres son los responsables. Si su hija tení­a la gripe porcina, demoraron en actuar», asegura Alejandro Romero, un diseñador gráfico de 49 años cuya familia se atiborra de vitaminas, «la mejor manera para no ser contaminado», según él.

Otro vecino reprocha a los porteros haberle dado antivirales a su hija, lo que «disfrazó la enfermedad y engañó a los médicos».

Las existencias de antivirales se agotaron rápidamente en las farmacias de México y las autoridades sanitarias advirtieron a la población contra un uso preventivo sin prescripción médica, lo que podrí­a tener como efecto fortalecer aún más el virus.

Más sensible al dolor de la familia, Arturo López, un funcionario de 32 años, subrayó: «La situación dolorosa» vivida por la pareja. «Todaví­a no sé de qué se murió su niña pero la gente de condición humilde es obviamente más vulnerable a los problemas de salud», expresó.

Los pocos habitantes convencidos de que el deceso de la pequeña no tiene nada que ver con la gripe decidieron, por su parte, hacer una colecta para ayudar a la familia afectada.