Una de las figuras políticas más destacadas de los últimos tiempos fue el senador Edward Kennedy, quien durante cuarenta y siete años ocupó un escaño en el Senado de los Estados Unidos, impulsando más de trescientas leyes importantes que de alguna manera han marcado la vida de los habitantes de ese país. Siendo una de las figuras más destacadas de la facción liberal del Partido Demócrata, Kennedy fue el tipo de político que supo buscar y articular importantes consensos con sus colegas más conservadores en una gran diversidad de temas.
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Para mi generación, el impacto de la familia Kennedy no sólo en la política norteamericana sino en el estilo de hacer política, fue determinante. Y al menor de la familia le tocó una vida complicada que llegó a ser totalmente fructífera luego de su último intento por lograr la nominación del Partido Demócrata que en ese momento favoreció a Jimmy Carter. Fue entonces cuando Ted Kennedy se concentró en el trabajo en el Senado y se propuso usar su enorme influencia en esa cámara alta del Congreso de los Estados Unidos para realizar profundos cambios en la sociedad mediante legislación en temas de crucial importancia, entre los que hay que destacar los de educación y salud, sin que pueda dejar de mencionarse el impacto que tuvo en el tema migratorio que tanto afecta a nuestros países.
No pudo, sin embargo, cumplir el más alto y concreto de sus sueños que era proporcionar seguro de salud a todos los habitantes de los Estados Unidos. Cabalmente en los tiempos de su agonía, el país vive un intenso debate por la propuesta del presidente Obama en el sistema nacional de salud, misma que gozaba del más absoluto respaldo de Kennedy porque es la materialización de sus anhelos. El tiempo dirá si esa propuesta avanza y logra vencer la resistencia de quienes siguen satanizando lo público frente a lo privado, no obstante la dolorosa lección que dio el comportamiento de mucha empresa privada durante esta terrible crisis financiera mundial que fue producto de la voracidad de ejecutivos que aprovecharon la desregulación para hartarse con enormes ganancias en perjuicio, literalmente hablando, de toda la humanidad.
La parte humana de la vida de Kennedy tiene matices de todo tipo como para construir sobre esos hechos un clásico de la literatura, porque siendo el menor de la familia le tocó recoger la sangrienta estafeta dejada tras los asesinatos de sus dos hermanos mayores. Vivió sus propios dramas y tristezas, como cuando no supo encarar su responsabilidad tras la muerte de la joven Mary Jo Kopechne en Chappaquiddick, o la desintegración de su familia y el cáncer óseo de su hijo mayor. Pero siempre fue la fuente de inspiración para sus hermanos y las siguientes generaciones de los Kennedy, entre los que ha habido de todo, pero destacan especialmente los que están dedicados al servicio público y la promoción de los derechos humanos.
Como siempre pasa, la muerte de Kennedy y su huella en la vida norteamericana y en la política mundial, será matizada por las tendencias ideológicas, porque de la misma manera en que algunos le admiramos por compartir en parte su visión del mundo, su sentido de la solidaridad y de los derechos humanos, otros lo verán simplemente como un político izquierdista que mantuvo su agenda a lo largo de 47 años en el Senado. Y eso, dicho sea de paso, también es admirable en un mundo en el que se proclama el fin de las ideologías y Kennedy fue ejemplo de su persistencia y de cómo sirven para que los consensos sean más duraderos.