La muerte de Marulanda deja a la guerrilla en una encrucijada


Tras la muerte de Manuel Marulanda, el más viejo guerrillero de América Latina, las FARC designaron como sucesor a Alfonso Cano, el ideólogo del grupo, en medio de una escalada de reveses para los rebeldes y generando expectativas en torno a la suerte de unos 39 rehenes.


Cano que estudió antropologí­a y fue portavoz de la guerrilla en diálogos de paz, fue escogido en forma unánime para reemplazar a Marulanda, destacaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el comunicado con el que informaron de la muerte de su lí­der histórico, ocurrida el 26 de marzo.

En el texto los miembros de la cúpula rebelde reconocen que sufren «la más grande ofensiva reaccionaria contra organización revolucionaria alguna».

Desde la fundación de las FARC en 1964, Marulanda -con unos 80 años cuando murió- se habí­a mantenido al frente de esa guerrilla a la que al comenzar esta década se le estimaban unos 17.000 combatientes y un poder que mantení­a en jaque al Estado.

Pero desde 2002, las fuerzas armadas colombianas, apoyadas por Estados Unidos, comenzaron una ofensiva para minar al grupo, especialmente golpeando su estructura de mando y comunicaciones.

El número de frentes rebeldes es ahora menor de los 70, sus milicias urbanas se han vuelto inoperantes, y su presencia se concentra en departamentos poco poblados del este y sur de Colombia. Un estimativo divulgado a comienzos de año por el gobierno asegura que tienen menos de 8.000 integrantes.

La muerte de Marulanda, más conocido en su paí­s como «Tirofijo» por su punterí­a, se suma además a la pérdida de otros dos de los siete integrantes del secretariado, el órgano de dirección colectiva de las FARC.

El número dos, Raúl Reyes, cayó el 1 de marzo durante una incursión de tropas colombianas al campamento que habí­a establecido en el norte de Ecuador.

El 6 de marzo, Iván Rí­os -el más joven del Secretariado- fue asesinado en el centro-oeste de Colombia, por un lugarteniente que le cercenó un brazo con el cual se presentó a las autoridades para cobrar una millonaria recompensa.

A esas pérdidas se suman las entregas y capturas de varios mandos medios, aunque las FARC mantienen intacta su financiación gracias a su presencia en zonas cocaleras lo que les permite obtener dinero del «impuesto» que según ellos cobran a los traficantes.

Además tienen en su poder 39 rehenes, entre ellos la colombo-francesa Ingrid Betancourt y tres estadounidenses, que proponen canjear por rebeldes presos y en torno a cuya suerte han logrado movilizar a los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Francia.

Las familias de los secuestrados expresaron a lo largo de esta semana que esperan que Cano lleve a las FARC a una posición más flexible respecto a los rehenes.

«Es el politólogo de las FARC y lo invito a que dé el paso humanitario. (…) ellos deben tener claro que el diálogo es la salida, que se necesita el acuerdo y las liberaciones unilaterales» dijo a la AFP, Marleny Orjuela, lí­der de Asfamipaz, un grupo que congrega familiares de policí­as y militares secuestrados.

La iglesia Católica también pidió al nuevo comandante de las FARC dar muestra de su vocación polí­tica.

Es «una oportunidad para que las FARC se den cuenta de la dificultad que van a tener para mantener sus posiciones y mantener ese ideal de obtener el gobierno por la ví­a armada», aseguró monseñor Fabián Marulanda, secretario de la Conferencia Episcopal.

Para el ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, el principal reto de Cano será mantener la cohesión de la guerrilla.

«A «Tirofijo» todo el mundo lo respetaba, le rendí­a una especie de veneración. Cano ha tenido rivalidades y peleas con otros miembros del Secretariado», por lo cual le va a ser más difí­cil mantener el control, estimó.

Pero el politólogo Alejo Vargas, autor de estudios sobre el conflicto colombiano, subraya que si bien las FARC se hayan en «una situación bastante débil y complicada», y Cano «podrí­a eventualmente conducirlas hacia la salida polí­tica», ello no significa necesariamente una catástrofe para los rebeldes.