La muerte de la izquierda


El mí­tico Muro de Berlí­n, cuya caí­da representó un hito para la historia mundial.

Harold Soberanis

A partir de la caí­da del muro de Berlí­n, a finales de los años ochenta, comenzó a generalizarse entre legos y sabihondos, la idea de que la izquierda, polí­tica e ideológicamente hablando, habí­a desaparecido junto con los últimos restos de ese muro de la vergí¼enza. Entre quienes afirmaban con absoluta certeza semejante idea estaban los que lo hací­an por ignorancia o ingenuidad. Pero también se encontraban esos otros, neoliberales para más señas, que lo repetí­an hasta el hastí­o porque eso convení­a a sus intereses de clase.


Han pasado los años, el mundo se ha transformado vertiginosamente, la realidad se ha encargado de desvelar muchas mentiras, pero aún hay quienes siguen repitiendo esa dichosa frase: la izquierda ha muerto.

Sin embargo, la historia, esa gran maestra de la verdad, se ha ocupado de demostrar la falsedad que se escondí­a en tal aseveración. Hoy más que nunca sigue siendo válida la dicotomí­a izquierda-derecha. Hoy más que nunca es perentoria la toma de posición y la radicalización de una verdad incuestionable, ubicados desde una izquierda renovada y más lúcida. Hoy más que nunca es impostergable la renovación y consolidación de un pensamiento de izquierda. En fin, hoy más que nunca es necesario volver la vista a los clásicos, especialmente a Marx, no para fosilizarlo y rendirle culto, sino para, desde la luz de los acontecimientos actuales, releer su pensamiento y encontrar la perpetua frescura de sus ideas, frescura que nos debe ayudar a vislumbrar mejores tiempos para la humanidad.

Muchos afirman que ya no es posible seguir insistiendo en la dicotomí­a izquierda-derecha, y cuando, por azares del destino, en una conversación de cafetí­n con los amigos, deben referirse a la izquierda, lo hacen como si ésta fuera cosa de un pasado lejano y remoto, algo que estuviera enterrado junto a los restos de animales prehistóricos. Son esos mismos que pregonan a los cuatro vientos las bondades del mercado, que aseguran con total convicción que lo mejor es dejar que los hombres se desenvuelvan en sus actividades mercantiles sin ninguna restricción del Estado, que profesan una fe ciega en la mano invisible del mercado que todo lo regula y distribuye con justicia. En suma: son los mismos que se niegan a aceptar que el modelo neoliberal fracasó y que lo único que dejó en Latinoamérica fue más hambre y miseria para la mayorí­a, pero grandes ganancias para los dueños del dinero que se hartan hasta la saciedad, cual cerdos ambiciosos, de la riqueza que produce el trabajo social de los hombres.

Hoy más que nunca, insisto, se hace necesario afirmar la validez de una ideologí­a de izquierda, expresada en la toma de posiciones polí­ticas que busquen nuevos caminos de emancipación del hombre. Es urgente reivindicar un pensamiento de izquierda más lúcido, que nos guie en el descubrimiento de formas más humanas de cooperación solidaria, que posibiliten condiciones mí­nimas de dignidad para la vida de miles de personas.

Quienes rechazan que siga siendo válido hablar de izquierdas y derechas, para distinguir un pensamiento renovado y de vanguardia, frente a formas conservadoras y reaccionarias de interpretar la realidad, hablan con desdén de la izquierda y se refieren a ella con términos peyorativos como «prejuicio» o «ideologí­a». Al usar estas palabras buscan descalificarla, pues al decir que es un prejuicio o una ideologí­a, lo que quieren significar es que la izquierda es un conjunto de ideas sin conexión con la realidad ni con la historia.

La izquierda no es ni prejuicio ni ideologí­a, si por ideologí­a de pretende entender un conjunto de pensamientos fantásticos, desconectados de la realidad. Ahora bien, si por ideologí­a entendemos la condensación de ideas vanguardistas, renovadoras, producto de una reflexión aguda y crí­tica sobre la realidad, entonces la izquierda puede ser comprendida como una ideologí­a.

De ahí­ que no sea simplemente una cuestión de etiquetas o prejuicios, como afirman los neoliberales. En la dicotomí­a izquierda-derecha, asumirnos como personas de izquierda refleja la toma de posición y el nivel de conciencia social frente a una realidad que nos ofende por injusta y desigual.

De hecho los grandes pensadores de la humanidad, esos que con su concepción de la vida han transformado el mundo y la existencia de los seres humanos, han sido de izquierda, pues su pensamiento se muestra renovador y crí­tico. Los intelectuales han sido, y serán siempre, de izquierda pues en la derecha, por definición, no los hay.

Así­ que hablar de una concepción polí­tica de izquierda, contraponiéndola a una de derecha, no es asunto de etiquetas, sino que es la expresión de una manera de pensar y actuar, buscando formas de convivencia social más dignas y equitativas para todos los hombres y mujeres de este planeta.

Hoy más que nunca, insisto, se hace necesario afirmar la validez de una ideologí­a de izquierda, expresada en la toma de posiciones polí­ticas que busquen nuevos caminos de emancipación del hombre.