Casi la mitad de los adolescentes dice que son tímidos, lo cual resulta quizá un poco sorprendente en nuestra sociedad en la que se expresa cualquier cosa. Pero un estudio gubernamental encontró que una fracción pequeña de esos adolescentes muestra señales de un desorden de ansiedad preocupante que puede ser confundido con timidez extrema.
El reporte desafía las críticas de que los términos «fobia social» o «desorden de ansiedad social» clasifican como enfermedad la timidez normal.
«La timidez es un temperamento humano normal», dice la investigadora principal del estudio, la doctora Kathleen Merikangas, del Instituto Nacional de Salud Mental, cuyos maestros siempre señalaron en sus reportes de calificación su propia timidez durante la niñez.
Pero así como puede resultar difícil cuándo el sentirse triste se convierte en depresión, «existe una frontera poco definida entre la condición de la gente que se describe a sí misma como tímida y una discapacidad clínicamente significativa», señaló Merikangas.
La diferencia: el tímido puede ser atraído, motivado y adaptarse, mientras que adolescentes o adultos con ansiedad social total se paralizan de tal manera durante situaciones sociales que interfiere con su funcionamiento diario.
«Yo no salía a citas ni hacía ninguna de las cosas que hacían otros chicos», recuerda Cynthia Kipp, de Tehachapi, California, quien compartió con la Asociación de Desórdenes de Ansiedad de Estados Unidos su historia de años de batallar con su fobia social.
Ahora, a los 48 años de edad, piensa que sus síntomas de ansiedad comenzaron en el cuarto grado, cuando recuerda que se escondía bajo su abrigo en clase; pero empeoró en la secundaria, cuando probó drogas y alcohol para sentir alivio. Con el tiempo encontró el tratamiento que funcionó.
El reporte también abre una puerta hacia el campo de la investigación del temperamento. Incluso la timidez promedio preocupa a los progenitores, particularmente a los padres de niños, dijo la doctora Nancy Snidman, del Hospital Infantil de Boston.
En niños en edad escolar especialmente, «la timidez no es tolerada muy bien en Estados Unidos», señaló Snidman, quien no estuvo involucrada en la nueva investigación.
Snidman y colegas de la Escuela de Medicina de Harvard han seguido la pista a infantes hasta sus años de universidad, y saben que los bebés que reaccionan muy negativamente a gente y objetos nuevos se convierten en niños tímidos. Eso no es algo malo: la cautela es considerada una adaptación evolutiva importante.
Normalmente, a los pequeños que se aferran al vestido de la mamá les va bien al crecer, cuando él o ella encuentran un nicho específico para desenvolverse, indicó Snidman.
Las niñas pueden pensar que un adolescente tímido es agradable porque no es un macho, por ejemplo; o los chicos tímidos terminan en los periódicos escolares para poder escribir en lugar de hablar en público. Muchos superan la timidez con la edad.
No obstante, un pequeño muy tímido es considerado más en riesgo que otros para desarrollar posteriormente algún tipo de desorden de ansiedad, al igual que el lado opuesto extremo: un pequeño muy extrovertido puede estar en enorme riesgo de desarrollar desórdenes de conducta o atención, apuntó la especialista.
El estudio nuevo, publicado por la revista Pediatrics (Pediatría), está basado en entrevistas en persona con más de 10 mil adolescentes estadounidenses sobre una variedad de asuntos de salud mental. Más de 6 mil de los padres también fueron entrevistados.
Aproximadamente 47% de los adolescentes se identificaron a sí mismos como tímidos al estar entre pares a quienes no conocen bien. Más de 62% de los padres pensaban que sus adolescentes eran tímidos, quizá un reflejo de preocupación paterna.
El equipo de Merikangas analizó cuántos adolescentes parecían cumplir el criterio de la Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos para desórdenes de ansiedad social o fobia social. Cerca de 1 de cada 10 niños auto descritos como tímidos lo cubrieron.