La semana pasada el Presidente dijo que ya todos están en campaña, respondiendo así a interrogantes sobre la forma en que hace política su propia esposa. Pero lo importante es destacar que estamos viviendo una repetición de la constante histórica que ha marcado la vida de Guatemala, es decir, que estamos recorriendo viejos caminos, con discursos trillados, que tienen que producir necesariamente los mismos resultados.
ocmarroq@lahora.com.gt
No creo, personalmente, que se pueda esperar mucho aún si surgieran actores realmente novedosos, puesto que la estructura será la misma, especialmente en cuanto a los cuadros partidarios para ir al Congreso y las municipalidades. Y como toda posibilidad de cambio pasa por los diputados, estamos fritos y condenados a seguir en la misma situación que hasta ahora vivimos y sufrimos.
Pero indudablemente que hay dos cuestiones que son novedad en el debate electoral. Por un lado está el tema de los programas sociales que tienen que ser abordados con seriedad y que nadie puede ignorar. Si algo se le tiene que reconocer a este gobierno es que de ese asunto ya no se puede guardar silencio y que todos los políticos tendrán que definir su postura al respecto.
Puede haber alguien que, ciega y tontamente, piense suprimirlos, pero estoy convencido que todos se terminarán comprometiendo con mantenerlos. La clave de este crucial tema no está, a mi juicio, en la indiscutible necesidad de realizar inversión social para combatir la pobreza, sino en la forma en que se haga. Y es que por supuesto que tiene que hablarse de la transparencia y tiene que discutirse la manipulación politiquera de los programas, porque eso ha ocurrido en este gobierno y contra tales vicios hay que trabajar y esforzarse.
Es indispensable que se hable de cómo hacer que lo que empieza como un programa de transferencias condicionadas se termine imponiendo como una política integral de promoción de la producción en beneficio de los hogares pobres. No podemos seguir como estamos, pero tampoco podremos pasarnos la vida repartiendo dinero sin una política que invierta recursos en hacer a nuestros compatriotas parte del sector productivo, llevando desarrollo y oportunidades aún a los lugares más pobres de Guatemala.
El otro tema en la agenda nacional tiene que ser el de la impunidad, porque resulta que, como con la pobreza, todos dicen que hay que combatir ese flagelo, pero la cuestión es cuál es el nivel de compromiso. No puede ser una postura del diente al labio, como ocurre hoy, en la que el Gobierno mismo provocó la salida del anterior comisionado por su falta de interés a la hora de ir implementando acciones que pudieran considerarse como ayuda firme para enfrentar el irrespeto a la ley y la burla a la justicia. Hay que arrancar a los políticos un auténtico mandato, que sea líquido y exigible, para que no se sigan escudando en las mismas excusas y las mismas burlas que siempre han hecho a la hora de la verdad.
No hay candidato que pueda tener mínimo avance si no es mediante una actitud distinta respecto a los dos temas, el del combate a la pobreza y el de la lucha contra la impunidad. Hacer algo es indispensable en ambas vías, pero tenemos que obligar a que se vaya más allá del discurso, a que se asuman posturas claras que puedan ser un compromiso entre quienes quieren dirigir los destinos del país y la gente. Un compromiso que podamos exigir y que si no se cumple, como no se cumplió lo de combatir la violencia con inteligencia, nos lleve a exigir la rendición de cuentas.