Los gobiernos de la época democrática destacan por su incapacidad y desinterés para construir un escenario que garantice el desarrollo para las próximas generaciones, pues le han dado la espalda a temas clave para el país, como la producción y el acceso a los alimentos, la salud, la educación, la ciencia y la cultura, y el medio ambiente.
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En el titular me refiero a Óscar Berger, Álvaro Colom y Otto Pérez Molina, los últimos tres gobernantes de Guatemala, pero lo cierto es que desde la administración de Vinicio Cerezo hasta la actualidad no existen evidencias de propuestas concretas de los gobiernos para resolver a profundidad los problemas que comprometen el desarrollo de la sociedad.
Está claro que antes tampoco había propuestas de desarrollo, pero éstas nunca se esperaron de las dictaduras militares, como sí sucedió con los gobiernos «democráticos» tras su llegada al poder a mediados de la década de los 80.
Lamentablemente, hoy podemos concluir que todos los presidentes civiles y el último exmilitar han destacado por su miopía para visualizar los desafíos que el país tendrá que enfrentar en el futuro y no han abierto nuevas posibilidades para que las próximas generaciones de guatemaltecos puedan vivir dignamente.
Para encarar esa realidad con responsabilidad, ahora mismo se necesitarían planes y programas bien estructurados que permitan sentar las bases para el desarrollo de la sociedad y que se conviertan en el motor para hacer frente a las dificultades que se avecinan.
La producción y disponibilidad de alimentos para las mayorías, así como el acceso a los servicios de agua, saneamiento y salud deberían encabezar la lista de prioridades en las políticas públicas, pues son básicas para la subsistencia y la dignidad humana.
Mientras tanto, la educación, las ciencias y la cultura son fundamentales para el desarrollo y la competitividad; por eso deberían ser asequibles y de buena calidad para las mayorías, y no un privilegio de pocos que las aprovechan para su beneficio particular.
Por otro lado, la conservación del medio ambiente requiere de esfuerzos sostenidos y priorizados, ya que se trata de un aspecto con incidencia sobre la vida de todos y es fundamental para el bienestar social y el crecimiento económico.
En términos generales, el curso de fenómenos globales como el cambio climático, la interconexión de las comunicaciones, el comercio mundial y la competitividad sin fronteras deberían considerarse como factores transversales al orientar las políticas públicas de largo plazo.
La violencia y la pobreza son los temas del momento y fundamentales en las propuestas de los políticos de hoy, pero no porque sean una preocupación real para ellos y su partidos, sino porque así atraen al electorado y ganan elecciones. Por otro lado, los problemas de largo plazo parecen no importarles.
Ha llegado el momento de trabajar para buscar soluciones reales para esos problemas que aquejan al país, pero también es tiempo de pensar en los escenarios del futuro y dirigir el rumbo de Guatemala para garantizar el bienestar de las mayorías.
De no atender los planes de largo plazo los gobernantes serán responsables, por acción u omisión, de la condena al subdesarrollo, la exclusión y la miseria.