Siempre se ha dicho que un pueblo que no recuerda constantemente su historia, está condenado a repetir sus mismos errores. A pesar del gasto que se le ha dado a esta frase, no pierde validez.
Recordar es una de las acciones más persistentes en el ser humano. El hombre primitivo se reunía en las cavernas para recordar una cacería importante o tiempos de buenas cosechas.
Los judíos en la Cena de Pascua, tienen un momento, dentro de la ceremonia, para recordar lo acontecido con la familia durante todo el año. Además, recuerdan cómo su pueblo ha logrado sobrevivir, desde la mítica salida de Egipto, hasta los problemas más recientes del siglo pasado.
En el Pop Wuj, el autor anónimo indica, en el último capítulo, que escribió todo eso para que el pueblo no pierda la memoria; especialmente, el transcriptor de ese libro expresa ese sentimiento ante el temor de un exterminio a mano de los conquistadores españoles, que ya se habían instalado en Guatemala.
Volver la vista atrás es recordar momentos de felicidad; también, aunque no se quiera, es para rememorar momentos tristes, y, acaso para los más fuertes, llenarse de vitalidad al ver cómo superaron las dificultades.
Muchas obras literarias se han escrito a la luz del recuerdo, como Pedro Páramo de Juan Rulfo o En busca de un tiempo perdido de Proust. No digamos otras obras artísticas, como La persistencia de la memoria de Dalí, donde exalta este valor.
Por esa razón, en esta edición del Suplemento Cultural está prácticamente basado en el recuerdo. Entre ellos, recordamos a Juan Rulfo a sus 90 años de nacido, entre otros artistas y figuras del mundo del arte universal.