“No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino.†Confucio
Guatemala es un país en donde la constante es el abuso de poder, lo que trae como consecuencia una especie de rebeldía, lo que no es precisamente bueno, pero que es la práctica diaria.
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Nos movemos en un círculo vicioso, en el que omitimos cumplir con nuestras obligaciones con el argumento que el Estado no cumple las que le corresponde, el Estado se pasa todo el año argumentando falta de fondos para cumplir con sus obligaciones que se resumen en dos palabras: BIEN COMíšN. ¿Y quién se encuentra en el centro de ese círculo por demás vicioso en el que ninguno cumple con sus obligaciones argumentando que el otro no lo hace? Juan y María Pueblo, que sí pagan sus impuestos, desde el plato de frijoles que se comen, hasta el alquiler del cuarto en el que viven.
Con el argumento que existía mucha corrupción en Finanzas Públicas, ¡oh sorpresa!, el aún flamante alcalde capitalino, cuando era presidente decidió crear una súper institución que fuera “transparente†y cobrara tributos, multas intereses, y demás sanciones a los contribuyentes, a cambio de quedarse con el dos por ciento del total que recauden; así surge la SAT, institución que ha venido en decadencia tal, que hoy ni oficinas centrales de servicio al público tienen, ya que, cual tienda de barrio, tienen sucursales en centros comerciales, en donde naturalmente no prestan todos los servicios, y el contribuyente va y viene de este a oeste y de norte a sur, para resolver sus problemas. ¿Qué sucede? Que cada día más personas prefieren sumarse a la economía informal, porque: a) No encuentran solución a sus dudas en el ente creado y encargado de resolver las mismas; b) Los tributos que pagan se diluyen como agua y la población carece de servicios básicos como salud, seguridad, educación y justicia.
Por lo anteriormente expuesto, existe una lucha sicológica en contra de todo lo que signifique pagar dinero a la SAT. En el mismo contexto pero como uno de los poderes del Estado, el Organismo Legislativo, o sea el Congreso, sin técnica legislativa alguna, crea, modifica, o elimina leyes a diestra y siniestra sin estudios reales previos de los resultados de lo que en teoría se denomina legislar, por lo que cada vez que pueden establecen verdaderos German Monster, ya que en una misma ley modifican o crean normas del derecho tributario, junto al derecho civil, notarial, mercantil, y penal. Para el estudioso del Derecho eso se llama aberración jurídica; para el ciudadano común y corriente, eso se llama enredo. Prueba de lo anterior es la reciente aprobación en tercera lectura de la mal llamada pomposamente Disposiciones Legales para el Fortalecimiento de la Administración Tributaria, pero que modifica impuestos como el del timbre y papel sellado para protocolo, IVA, y otros más, además de los Códigos Penal, y Tributario, pero no solamente eso, la Megasat en su afán de controlar más a los pocos que cumplimos con nuestras obligaciones, violenta principios constitucionales como el de confidencialidad y privacidad, ya que pretende tener el control de nuestros actos por medio de las computadoras; naturalmente que el problema de fondo no lo resuelven, porque cada día más personas se incorporan a la economía informal, y son totalmente incapaces de afrontar este problema, prefieren por lo tanto seguir oprimiendo a los que sí cumplimos con nuestras obligaciones, aunque no se perciba resultado alguno del pago de nuestros tributos. Santa Rosa, Huehuetenango y otros lugares no aislados de los centros urbanos son la prueba más reciente y dolorosa, que para lo que menos sirven nuestros tributos es para el gasto social; sin embargo, allí están nuestros flamantes legisladores creando monstruos jurídicos, que complican aún más la vida de los guatemaltecos.
Me he preguntado siempre, y no encuentro respuesta a mi pregunta, si contábamos con un marco jurídico ordenado y esquematizado, ¿por qué desde hace algunos años, por negligencia, haraganería, falta de conocimientos, o no sé a qué atribuirlo, a nuestros flamantes legisladores se les ha ocurrido crear o modificar en una sola ley, cinco o más leyes? ¿Qué sucede dentro de la casa del pueblo? Porque los diputados constitucionalmente son nuestros representantes, aunque en la pasada contienda electoral (porque fue eso, una contienda), fuimos a las urnas sin saber el nombre de casi ninguno de ellos, observé en la capital que aparecían solamente fotografías de agraciadas jovencitas que posaban como modelos para una revista, y jóvenes imberbes aún, de los diputados reelectos que suman un poco más un poco menos de 80 los que sobresalieron, fueron unos por mediáticos, y otros por sus escándalos, pero porque hayan aprobado leyes necesarias para la población, ninguno, y cierran con broche de oro su quehacer, aprobando más endeudamiento para las futuras generaciones, y monstruosidades jurídicas, a todas luces inconstitucionales, como la mencionada.
¿Quién de los representados por ellos (o sea la población) se siente satisfecho con las leyes aprobadas, todas imposibles de llevar a la práctica? Les aseguro que NINGUNO, por eso el camino que lleva la última es la CC.
Por todo lo anterior, yo, Gladys Monterroso, al igual que usted, me revelo ante tanta falta de profesionalidad, y más aún a aceptar el monstruo que están por dar a luz, por consignas internacionales. Me pregunto ¿QUE PASí“ CON LA SOBERANíA? CADA DíA ES MíS UNA UTOPíA, ¿Y USTED Y YO?… BIEN, GRACIAS. Solamente nos queda oponernos con lo que contamos, la Constitución en la mano.