Según informaciones llegadas desde Brasil, los dirigentes deportivos guatemaltecos están felices por el logro de la karateca Cheily González, quien obtuvo medalla de oro en los Juegos Panamericanos que se realizan en Río de Janeiro. Y no es para menos, si una numerosa delegación ha sido incapaz de ofrecer satisfacciones al país y al final de cuentas el logro más destacado estuvo en la habilidad, el talento y la capacidad física de esta menuda mujer que supo poner en alto el nombre de Guatemala.
Pero, y es lamentable que nunca falten los peros, esa felicidad de los dirigentes deportivos es impropia porque la atleta que más lustre ha dado a la delegación fue una especie de «patito feo» durante todo el proceso de preparación y su entrenador se ha quejado de que nunca se le dio apoyo para fogueos internacionales y que de pura carambola paró con la oportunidad de viajar a Cuba en una ocasión, simplemente porque había quedado un espacio vacío y le dijeron que si quería aprovechar la oportunidad lo hiciera porque no habría otra.
Es el caso de muchos de nuestros atletas que tienen que hacer grandes esfuerzos para destacar porque el apoyo de los dirigentes es realmente escaso. Nunca se rinden cuentas públicas de cómo se usa el dinero del Estado para fomento del deporte y resulta que aquellos deportistas que tienen una participación destacada generalmente han sido ninguneados por los federativos y por el mismo Comité Olímpico Nacional. Casos como el del boxeador Mota Taracena son precedente de lo que ahora vemos con la jovencita Cheily González, quien a puro riñón y con mérito propio logró la medalla que ahora permite a los dirigentes presumir del resultado en el medallero de los juegos.
Cada vez que hay competencias salen a luz los casos de discriminación y marginación que sufren muchos de los atletas. En parte ello es resultado de que muchas federaciones se han convertido en reducto de grupitos que controlan las actividades y favorecen a determinados deportistas que, tal vez por recibir siempre la papa pelada, no les llegan ni a las tabas a los que sufren el desprecio. Y cada vez que hay una medalla y se produce un logro importante, atrás está la historia de un esfuerzo personal, solitario y prácticamente al margen de los dirigentes. Es una repetición que preocupa porque lamentablemente está demostrando de manera muy clara que Guatemala sigue teniendo serios problemas en materia de la calidad y compromiso de sus dirigentes deportivos.
Hay que hacer una investigación de la relación entre el dinero que recibe nuestro deporte como aporte constitucional y lo que reciben otros países. Si usamos el valor per cápita, veremos que el deporte guatemalteco es rico, pero sus resultados paupérrimos, lo que evidencia un manejo cuestionable del dinero.