Ni la edad, ni el dinero lo eximen de su irresponsabilidad, y menos el poder, puesto que como presidente debe comportarse como tal. Primero porque existe una ley anticapuchas; por lo que serí­a  bueno saber si ya se emitió una orden de arresto por su violación  contra el doctor Rafael Espada,  y segundo porque la imagen que proyecta refleja  el terror que se puede provocar desde el poder  a una ciudadaní­a que vive en un estado  desquebrajado.

Tanto como la designación de los funcionarios públicos, mientras crea un poder paralelo,  por quien su mandato es investigar poderes paralelos;   falta de salario a los docentes, el asesinato a conductores del transporte urbano,  las transferencias a programas sin  fiscalización, la desnutrición de los habitantes del corredor seco, el desentenderse de la escasez y alto costo de los productos  de uso diario, las acusaciones  por asesinatos y el gasto exagerado en un programa de recreación creado durante el gobierno del presidente Alfonso Portillo, y  que si bien es importante no  es necesaria la entrega de productos con referencia al partido de turno en  una campaña prematura, derrochando el erario nacional, por lo que ya el tribunal Supremo Electoral clausuró un partido polí­tico.

Difí­cil situación la que se vive, porque la falta de transparencia y la corrupción,  reinan  en donde debí­a  brillar la honestidad y el buen juicio, justo y cabal para evitar tomar acciones que ni los enemigos en tiempos de la guerra fueron capaces de emprender; demostrando que si esa es la inteligencia para gobernar ¿Quién sabe cuánto puntea el CI?

Apresando a quien bloquea calles, pero  no a quien acampa en ellas;   denunciando la corrupción mientras se practica en casa.  Y a propósito ¿para quién eran la viagra y la pititanga?