La masacre de Panzós, contextos y sus secuelas


Reitero que no soy crí­tico literario, de manera que cuando me atrevo a reseñar un libro me apoyo en el autor del prólogo, y en este caso no es la excepción, sobre todo porque se trata del historiador y sociólogo Sergio Tischler Visquerra, un destacado guatemalteco que prolongó su exilio -ahora voluntario, presumo- en la acogedora ciudad mexicana de Puebla, donde se radicó desde hace muchas décadas.

Eduardo Villatoro

   Me refiero a las palabras introductorias del libro «La masacre de Panzós: Etnicidad, tierra y violencia en Guatemala» publicado por la firma F&G Editores y cuya autora es la antropóloga norteamericana Victoria Sanford, profesora titular en Lehman College y el Graduate Center de City University of New Cork, investigadora asociada de otros prestigiosos centros académicos de Estados Unidos y actualmente presidenta del Comité de Derechos Humanos de la Asociación Americana de Antropologí­a.

   Aunque, como su el tí­tulo lo indica, la obra se centra en la masacre de más de un centenar de campesinos qéqchi´, entre adultos, ancianos, mujeres y niños en   la población que lleva el nombre del libro, por elementos del Ejército; Sanford -para decirlo con palabras de Tischler Visquerra-, ilustra, asimismo, el proceso de despojo agrario que sufrió la población indí­gena de las Verapaces y otras regiones de Guatemala con la reforma liberal de 1871, y señala cómo en el perí­odo de la revolución democrática (1944-1954) la población de la citada etnia maya comenzó a tener participación en el gobierno municipal, particularmente en lo que se refiere a la realización de ciertos aspectos de la polí­tica de reforma agraria del gobierno del presidente Jacobo írbenz.

   Sin embargo, a raí­z de invasión de 1954 financiada por la CIA, el proceso de despojo agrario continuó y se agudizó en la década de los 70; pero no decayó la silenciosa resistencia campesina, lo que provocó el miedo de la oligarquí­a a un levantamiento indí­gena «de tal suerte que la historia nacional, como historia del poder oligárquico -precisa Tischler-, se va a dar cita en Panzós el 29 de mayo de 1978, para contener a los desobedientes», y para ello era necesaria, desde la óptica de los poderosos, la violencia implacable del Estado: el terror.

   En ese sentido, el estudio de Sanford es determinante porque permite analizar la forma en que en Panzós se condensó violentamente la historia del paí­s, como historia del poder y de las luchas contra ese poder, algo que ocurrirí­a en una escala enormemente mayor cuando se aplicó la «polí­tica de tierra arrasada», años más tarde. A partir de entrevistas a jefes militares, periodistas y pobladores, la autora reconstruye la masacre de Panzós, cuyo aspecto más contundente es la presentación de un imaginario distorsionado y pervertido en las elites y el Ejército. Sanford reconstruye la explicación oficial de los hechos y la contrasta con   la versión de las ví­ctimas y la de los periodistas consultados.

   Como resultado de sus investigaciones, la autora presenta uno de los aspectos más importantes y que se refiere al terror selectivo después de la masacre, ilustrando su planteamiento con testimonios de los secuestros y asesinatos perpetrados por el Ejército contra los pobladores de la región, a la vez que  realiza una labor de recuperación de la memoria sobre la masacre, con la voz de las mujeres que hablan del inmenso dolor por el asesinato de que fueron ví­ctimas sus esposos, hijos, padres. De esa forma, presenta otro ángulo de la memoria, es el mismo acto de verbalizar el dolor e identificar a los responsables, que aparece como «un acto fundamental de dignidad y de lucha contra el olvido de los hechos ocurridos».

   (El juez Romualdo Tishudo le pide a un sargento acusado de asesinar a un campesino que le cuente su versión. El uniformado responde: -Yo estaba limpiando mi arma cuando el hombre me atacó, pero cayó sobre mi bayoneta una y otra y otra y 9 veces más).