Confieso que esta no era mi selección inicial para el artículo de la semana. Tenía en mente escribir sobre la campaña electoral y lo cansado que estamos las y los guatemaltecos de escuchar falsas promesas, peleas entre políticos o la visión de los analistas sobre lo difícil que le viene el futuro a nuestro país. Pero he sido emocional y sentimentalmente influenciado por el fantástico concierto de marimbas al que asistí ayer en la Gran Sala Efraín Recinos, del Centro Cultural (Teatro Nacional) Miguel íngel Asturias, que me recordó que Guatemala es una belleza y que su gente es la herramienta más valiosa para alcanzar cualquiera de las metas que diariamente nos trazamos.
El XXXI Festival de Marimbas Paiz, organizado primariamente por la Fundación Paiz y con el aporte, patrocinio y apoyo de dependencias públicas y privadas, fue un verdadero espectáculo, y me hizo recordar lo valioso e importante que los guatemaltecos nos sentimos de nuestro país, y en especial de nuestros artistas. Luego de una mañana de leer los diarios matutinos con todo el resumen de la semana que incluye la disputa de la segunda vuelta electoral, la sorpresiva actividad legislativa para endeudar más al país y la continua situación de violencia y criminalidad que afronta Guatemala, el panorama no era exactamente el mejor. El presente año ha servido a los guatemaltecos para recordar los grandes problemas del país, identificar nuestras necesidades más sentidas y resaltar, además, que las autoridades no han sido exitosas en sus gestiones, por más esfuerzos que digan que han realizado. La verdad no puede ocultarse y por ello Guatemala necesita de más esfuerzo, sinergia y honestidad de cada uno de nosotros para poder recuperarnos. Las futuras generaciones lo demandan y posteriormente nos lo reclamarán.
Pero escuchar hoy a más de 2500 guatemaltecos y guatemaltecas aplaudir a artistas nacionales de la talla de Nelson Leal, Elizabeth de Guatemala, Roberto Rey y Herman May, acompañados de un ensamble de marimbas nacionales y de la orquesta de Bob Porter, hizo que mi corazón vibrara al ritmo de las más de 20 canciones chapinas que se interpretaron, y que promovió que más de alguno derramare lágrimas de emoción, quizá con el ímpetu de identificarnos con aspectos de nuestra cultura y del arte de los compositores e intérpretes de fantásticas melodías, de un país el cual merece una mejor suerte y de una población que durante años ha sufrido de subdesarrollo, un clima de violencia y una inseguridad propia de males terribles como la corrupción, la falta de solidaridad y la ausencia de liderazgo para dirigir un Estado, rico en muchos sentidos, pero carente de recibir los resultados de su riqueza.
La marimba guatemalteca, al igual que muchos otros elementos patrios son valores indispensables para reconocerse como nacionalistas, pero sentir dentro de las venas esa ilusión de amor a nuestro país es invaluable, por lo que hoy más que nunca me siento lleno y pleno del espíritu patriótico, herencia que atribuyo haberme formado de mis padres, y cuyo mismo legado traslado cada día a mis hijos, con quienes compartí ayer el milagro de la música y el sentimiento que me impulsa a ser cada vez más un mejor ciudadano y un mejor guatemalteco.