Las dificultades del grupo petrolero BP para frenar la marea negra en el Golfo de México suscitan nuevos interrogantes sobre las perforaciones en aguas profundas, con efectos posibles para los proyectos y un aumento seguro de los precios de extracción, y por tanto del barril.
«Lo que está ocurriendo es algo que afectará a la industria mundial del gas y del petróleo y tendrá necesariamente un amplio impacto, no sólo en Estados Unidos sino en todo el mundo», declaró ayer Tony Hayward, consejero delegado del grupo petrolero BP, que originó la peor marea negra de la historia de Estados Unidos.
La víspera confesó al Financial Times que BP no tenía «los instrumentos necesarios en (su) caja de herramientas».
«Los acontecimientos del golfo de México demostraron que perforar a una milla (1,6 kilómetros) de profundidad más 2 millas en la roca submarina es un poco como enviar a un hombre a la luna. La tecnología para encontrar petróleo a esas profundidades existe (…) pero la tecnología para gestionar un desastre a esta distancia no», señaló David Hufton, analista de PVM.
La primera consecuencia para la industria fue la moratoria de seis meses decretada por Estados Unidos sobre nuevas perforaciones, que aplazó varios proyectos petroleros frente a las costas de Alaska.
Su impacto debería ser poco importante. Según un estudio de Wood Machenzie, reduciría en 80.000 barriles diarios la producción mundial en 2011, es decir menos de 1% del total.
Pero las consecuencias de la catástrofe sobre los abastecimientos deberían ir mucho más allá de las restricciones.
«La incertidumbre sobre el futuro de las perforaciones petroleras en aguas profundas es ahora considerable, en Estados Unidos y otros lugares», subrayó Helen Henton, analista del banco Standard Chartered.
Para el mercado estadounidense, estas dudas no son anodinas. El golfo de México representa 19% de las reservas de crudo estadounidenses, el 80% de las cuales en aguas profundas, y 29% de la producción nacional, precisó.
Según la Agencia Nacional de la Energía, esta región es esencial para asegurar la oferta futura del planeta: debería proveer medio millón de barriles diarios además de su producción actual entre 2008 y 2014.
La catástrofe podría tener también efectos en la explotación de un yacimiento aún más prometedor: las reservas offshore de Brasil, 50.000 millones de barriles de crudo atrapados bajo una espesa capa de sal a 7.000 metros de profundidad.
Demuestra además la dificultad de las compañías privadas para acceder a nuevas reservas: apartadas de los grandes yacimientos «fáciles» de Oriente Medio -con excepción de Irak- deben buscar petróleo en condiciones cada vez más peligrosas.
«El mundo necesita el aporte del petróleo de aguas profundas, y Estados Unidos puede beneficiarse ampliamente de estos recursos del golfo de México», dijo Hayward.
También da argumentos a los defensores del «pico petrolero», los expertos convencidos de que la era de los hidrocarburos está a punto de terminar.
«La industria perfora a profundidades tan extremas sólo porque tiene pocas alternativas (…) es una señal clara de la inminencia del pico petrolero», escribió en el diario The Independant David Strahan, autor de «The last oil shock» (El último shock petrolero).
«La última consecuencia (de la marea negra) será frenar el desarrollo de los proyectos en aguas profundas, aumentar los costes de producción, lo cual hará subir los precios del petróleo a largo plazo», concluyó Henton.
«Es sorprendente que los precios del barril no hayan reaccionado con más fuerza», abundó Hufton.
David Strahan
Autor de «El último shock petrolero»