El romance como eterno tema de la pantalla estadounidense, junto a un ejército de voraces hormigas, constituyeron el guión del film Cuando ruge la marabunta, dirigida por Byron Haskin, con Charlton Heston y Eleanor Parker. Posteriormente, Haskin dirigió La guerra de los mundos. Iniciaba Hollywood las series de películas terroríficas con el tema de insectos, posteriormente agrandados para causar más temor. La generación de posguerra fue impresionada por la técnica cinematográfica para lograr efectos.
En Guatemala y otros países centroamericanos, la cinta se conoció como marabunta. No se le ubicó con el nombre completo. Este factor permitió no discutir el hecho de que las hormigas no rugen y se inclinaron por aceptar la acepción de crujir, rechinar o hacer ruido. Este hecho permitió conocer a millones de hormigas, de color rojo ladrillo, trasladándose desde su inicial hábitat a otro ecosistema con condiciones favorables para continuar su proceso de vida en la cadena ecológica.
El impacto de la película incluyó la incorporación de la palabra marabunta al lenguaje popular. Inicialmente, se empezó a utilizar como sinónimo de grupo y, en forma paulatina, se integró al lenguaje de guatemaltecos y guatemaltecas quienes, por el factor cultural cuya explicación se encuentra en la costumbre, anulan las últimas letras de algunas palabras. Para una gran mayoría es usual pronunciar -citando con brevedad- Guate y no Guatemala, Huehue para decir Huehuetenango, y la expresión por favor cambió a porfa. El apócope de marabunta es el vocablo mara.
En la actualidad, cuando en Guatemala -también incluye El Salvador y Honduras- se utiliza la palabra mara para referirse a un conjunto de hombres y mujeres o señalando también a alguien en particular, con especiales características como el uso de símbolos para comunicarse (especialmente diseñados para las manos), la aplicación de tatuajes (fijación de la personalidad) con propósitos de identificación, y el uso de una centena de palabras -entre otras, Homie o jomi, con la cual se denomina a los compañeros de una mara, y Homeboy o jomboi, para situar a quien pertenece a una mara diferente- utilizadas en el contexto del idioma español. Esta situación adquiere, en la actualidad, un especial problema: la imitación. Esta tendencia se presenta en adolescentes con el uso de tatuajes y reproduciendo el caló. La maramanía debe ser motivo de preocupación en el seno familiar y por parte de las autoridades, con el propósito de evitar sus consecuencias negativas.
La violencia es el factor relevante que determina la cotidianidad de las maras. Puede ser planificada o espontánea y sus integrantes realizan sus acciones imponiéndose por medio de la fuerza, el chantaje y el crimen. Los integrantes de las maras se encuentran, entonces, fuera de cualquier norma jurídica establecida, moviéndose en el delito. Su discurso tiene como base el desconocimiento de cualquier posición ideológica y vulneran los valores de la sociedad donde viven.
La palabra mara también ubica a quienes formaron parte del flujo migratorio laboral en Estados Unidos. Fue en esta nación, básicamente en los suburbios de población latina en Los íngeles, donde empezaron a formarse. La Barrio 18 se inició hace cuarenta años y la Mara Salvatrucha (salva significa salvadoreño y trucha equivale a ponerse listo o estar atento) fue integrada hace 18 años. Dos maras enfrentadas a muerte.
Los grupos de jóvenes deportados por las autoridades estadounidenses -cuando aprobaron nuevas políticas para los migrantes- reprodujeron en sus países la forma organizativa de la pandilla. La mara se refiere a quienes hacen de la calle su hogar y centro de operaciones. Sus formas violentas de vida se dirigen contra los diversos sectores de la sociedad donde viven y también contra miembros de diferentes maras. Se anula cualquier criterio de valor para armarse, arrojar de los trenes a migrantes -en su viaje a Estados Unidos- que no les entreguen dinero, violar mujeres, dedicarse al narcotráfico, usurpar la pertenencia de territorios en las ciudades y forzar a cualquier ciudadano o ciudadana a dar dinero con el pretexto de cobrar impuestos. El rito de iniciación (brincar el Barrio) para alguien que desee entrar a la mara adquiere niveles de brutalidad (26 segundos de golpiza) y, en algunos casos, asesinar a una persona.
También debe señalarse que la presencia de las maras en Centroamérica puede situarse en el contexto de las implicaciones socioeconómicas de los conflictos armados internos. Miles de jóvenes vivieron en un ambiente hostil donde la violencia tuvo objetivos políticos e imperó como una forma de conducta afectando el tejido social de las comunidades. A esta situación debe agregarse la presencia de la pobreza, pobreza extrema, desempleo, miseria y marginalidad.