La maleta negra a cuadros


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Desde que estaba en el baño, ella venía pensando cómo se vestiría ese día, un ejercicio común por casi todos los humanos, cuando empezamos a hacer el inventario de la ropa que usaremos durante el día y en la mente, mientras nos bañamos, vamos armando las combinaciones correspondientes, ¿qué color?, ¿cómo quedan?, ¿están planchados? Y en ese mismo ejercicio mental recreamos cómo nos miraremos al salir de casa.

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Juan José Narciso Chúa

Sin embargo, ese día, el ejercicio debía extenderse por varios días y diferentes circunstancias.
Ella sabía bien el significado de ese paréntesis de días con sus noches, pues implicaban un espacio de compartir que iban más allá de vestirse y vestirse bien, llevaban el contenido de hacerse ver y verse bien, conllevaban el esfuerzo de lucirse como pareja, indicaban el amor hacia su pareja.  Cuando terminó de bañarse, estos pensamientos le seguían rondando en la cabeza, cuántas señales conllevaba este espacio de vestirse.
Así, consiguió ponerse con las prendas que había pensado en la primera parte del ejercicio mental de vestirse.  Ahora vendría el segundo momento que tanto había repasado durante el baño.  Lo primero que hizo fue traer la maleta.  Sí, aquella maleta negra a cuadros que tantos servicios le había prestado en diferentes viajes y hoy seguía prestando bondadosamente ese apoyo para llevar todas sus cosas.
Empezó por meter aquellas pequeñas prendas. Sí,  esas mismas que a pesar de su diminuta dimensión guardan un enorme significado, por ello deben ser repasadas detenidamente.   En este momento su mente la llevaba a aquellos espacios íntimos en donde ambos se encontraban y disfrutaban plenamente, recordaba aquellos pasajes en donde ambos se profesaban amor permanente y disfrutaban de su intimidad sin temor.  Pensaba un tanto en broma, que tanto cuidado se ponía en escoger estas prendas, para la velocidad que quedaban fuera y prácticamente ignoradas.  Reía para sus adentros, al recordar estos detalles.
Seguía con su recorrido de ropa y ahora tocaba el espacio para pensar en el dilema si pantalón, si falda, si vestido.  En el mismo momento pensaba: ¿será que estará frío?, ¿habrá calor?, ¿a dónde iremos a pasear?, ¿saldremos a cenar?, ¿iremos a caminar?, en fin.  La combinación de prendas implicaba reconocer recorridos, actividades, lugares y luego entonces pensar en si vestirse con seriedad por algún evento o cena; o bien llevar tenis para caminar o si se le ocurría hacer deporte.
Que complicado, pensaba.  No sólo es de meter ropa, es de contar con aquella que sea adecuada para lo que se piense hacer o asistir.  Mientras pensaba en esto reflexionaba que la vida lo lleva a uno por recorridos que jamás en pensó hacer, cómo ella estaba en el medio de este tipo de relaciones tan particulares, pensaba.  No cabía duda que el sentimiento era fuerte, el amor lo lleva a uno a destinos insospechados, así como a hacer cosas que jamás imaginó, pero igual eso también era un enorme significado en su vida y se la había cambiado para siempre.  Esas locuras han y habían significado tanto, que la vida parecía distinta y así era.
Cuando sintió había terminado de llenar la maleta negra a cuadros y ésta a pesar de su estado inanimado se prestaba ansiosa a este nuevo periplo, estaba contenta de poder servir, estaba plena de volver a las andadas y principalmente se hallaba llena de emoción de ser el cómplice menos evidente de estos encuentros maravillosos y llenos de amor.  Sin querer, la maleta negra a cuadros, se emocionó y derramó lágrimas que condesaban diferentes sentimientos, pero aún más, felicidad.