La maldición de Malinche


Se nos quedó el maleficio

de brindar al extranjero

nuestra fe, nuestra cultura,

nuestro pan, nuestro dinero

Hoy les seguimos cambiando

oro por cuentas de vidrio

y damos nuestra riquezas

por sus espejos con brillo

Hoy, en pleno siglo XXI

Nos siguen llegando rubios

Y les abrimos la casa

Y los llamamos amigos

Pero si llega cansado

un indio de andar la tierra

lo humillamos y lo vemos

como extraño por su tierra

Oh hipócrita que te muestras

humilde ante el extranjero

pero te vuelves soberbio

con tus hermanos del pueblo

Oh maldición de Malinche

Enfermedad del presente

Cuándo dejarás mi tierra

Cuándo harás libre a mi gente

Carlos E. Wer

Como consigna fielmente cumplida. ¡Agarrar dinero de donde se pueda! Lo más rápido posible y lo más que se pueda. ¿De dónde? ¡De cualquier parte! Desde el Rector Magní­fico hasta el último portero, guardián, pasando por todos los organismos de Estado, las empresas autónomas, las inmaculadas instituciones que denuncian la corrupción, pero viven en, de y para la corrupción: ¡Las santas ONGs!

Cada sector, el de abogados, el de economistas, las personas que han sido honestas (de jóvenes o viejos), los médicos (que sirvieron con vocación), los ingenieros (que hicieron bien su trabajo), todos ven como «los preceptos constitucionales», se cumplen conforme la interpretación y la ejecución que hacen los democristianos (con Vinicio Cerezo a la cabeza), los devotos anticomunistas y ahora, para ser consecuentes los socialdemócratas, impecablemente cumplen con los mandatos constitucionales.

¿Y cuales son esos mandatos constitucionales?. Primero tener «iniciativas», «ser vivos», ejercer cualquier industria, trabajo u oficio «lucrativo», luego ser celosos de cuidar su «propiedad privada». La ley los ampara en ambas cosas.

Y así­ el escándalo del Congreso de la República. El Señor Presidente del Congreso, los «honorables diputados», todos lo sabí­an. Sabí­an que el dinero del pueblo iba a un negocio fraudulento. ¡Nadie ignora para qué es y para qué sirve la institución donde desaparecieron los dineros del pueblo!. Todos los diputados, todos los asesores, todos los empleados del Congreso son responsables de la perdida del dinero. Como todo es «dentro de la Ley», toman el dinero, ganan, cobran los intereses (según los abogados se robaron el dinero)…¿eso?. Eso tiene una solución legal muy fácil: ¡renuncian!.

¿Y ahora qué es lo que sigue?… ¡pues lo legal! Todo irá al resto de las dependencias que están tan corruptas como el Congreso. E «inteligentemente» dejarán que «baje la marea». Alguien tendrá que pagar los platos rotos. Pero a quien le toque la «chibolita» ira a la cárcel por cinco años y «por buen comportamiento», en la comodidad que le da el tener para pagar los privilegios en la cárcel, saldrá libre a gozar del dinero mal habido, robado a un pueblo hambriento.

Por doquiera que trate de ver, encontrará la misma predisposición a la trampa, al utilizar la ley, para preparar la venta del paí­s, por trocitos. La entrega de nuestras riquezas, para lo que esa misma ley, se retuerce y se acomoda, para permitir que los funcionarios, que debieran cuidar y proteger el patrimonio de los guatemaltecos todos, puedan recibir las 30 monedas de los rubios inversores, que también saben como utilizar esa ley, para que sus negocios no tengan obstáculos.

Y así­, ¡todo podrido! Falso. Jugando con la paciencia de un pueblo que de tanto estar sometido es lento en las reacciones. Hasta que tanta sea el agua que llega al cántaro, que se decida romperlo. Y contribuirá también la crisis económica que lo golpea con fuerza y que aún empieza, augurando para ese sufrido pueblo, más sufrimiento, más miseria, más desesperación. Esa desesperación que es mal consejera.

Hasta que hastiado de tanta podredumbre reviente toda cerca que le impida demostrar la violencia retenida y logre, como en otras jornadas históricas ha sucedido, encontrar la forma de iniciar un nuevo camino. Un camino que responda a las verdaderas necesidades de su población. Una retoma del proceso interrumpido por quienes sabí­an que destruir la revolución les allanarí­a el camino para saquear nuestra tierra.

Ayer fue 1º de septiembre «Dí­a del Cadete», Alma Mater de las Fuerzas Armadas. Ojalá que recuerden las palabras de El Libertador Simón Bolí­var que resumen la razón de ser de ellas.

«Yo abracé la carrera de las armas por el Honor que ellas otorgan; para servir a mi Patria y para merecer la bendición de los pueblos» y no volver a caer en la trampa preparada del Plan Mérida que les prepare para garantizar «la propiedad privada» de las transnacionales que saquean los recurso de nuestra Guatemala.