La madurez de Higuaí­n


Gonzalo Higuaí­n, delantero del Real Madrid, aportó en gran medida con sus goles en la temporada pasada. FOTO LA HORA: AFP Mark RALSTON

«Año tras año, siempre me preguntan lo mismo: que si tengo la sensación de que debo demostrar más que los demás. Yo voy a responder en la cancha, como lo he hecho siempre». Lo dice Gonzalo Higuaí­n, que lleva tres goles en dos partidos, los dos que ha disputado el Madrid en Estados Unidos, el último el sábado contra los Galaxy de Los íngeles. Lo dice uno que siempre ha empezado la temporada como el último de la lista. Incluso para Diego Armando Maradona. El seleccionador argentino le convocó cuando no tení­a más remedio; cuando la albiceleste se jugaba la clasificación para Sudáfrica. El Mundial parece haberle dado la madurez que le faltaba para cerrar el cí­rculo. «Sí­, me hizo crecer. Me ha dado confianza», confiesa.


Ahora exterioriza esa madurez y esa confianza. Ha ganado peso en el vestuario. Y no tiene miedo a mostrarlo. Se le oye bromear con los compañeros, se le nota vacilón y se le ve tirar del carro. Es como si hubiese empezado a creérselo. Tiene 22 años, pero, después de Sergio Ramos, Casillas y Diarra, es, junto a Marcelo y Gago, el que más tiempo lleva en el Madrid. Cuando nada más aterrizar en Los íngeles le preguntaron si heredarí­a el dorsal 9, el de punta clásico, que quedaba libre, contestó que no le hací­a falta. «Para ser el 9 no importa el número. Importa la persona y yo voy a seguir con mi dorsal». Aun con el 20, Higuaí­n ha marcado tres goles en dos partidos. Ambos han supuesto las remontadas del Madrid. Benzema, que jugó de inicio en ambas ocasiones, se ha quedado seco.

Después del encuentro contra los Galaxy, a Mourinho le preguntaron si la racha del argentino no iba a ser un peligro para la recuperación del francés. «Benzema debe entender que tiene mucho potencial, pero que el potencial solo no es suficiente», respondió; «ahora sufre por las cargas de trabajo y no le quiero juzgar». Pero sí­ lo hace.

Sí­ ha tomado nota el portugués de la actitud de sus jugadores, de cómo cambió el Madrid entre la primera y la segunda parte ante los Galaxy. El equipo perdí­a por 0-2 en la primera, con Lass, Diarra, Granero y Drenthe, y remontó con la entrada de Higuaí­n, Cristiano Ronaldo, Alonso, Canales y Pedro León. «No me preocupa la diferencia de intensidad entre la primera y la segunda parte», apuntó Mourinho; «necesito esas diferencias porque tengo que tener argumentos a la hora de dar explicaciones a los jugadores. Ahora es cuando empiezan las cosas: sólo podré hacer tres cambios, no 11. Y aquí­ es titular el que mejor juega. Yo no hago las alineaciones por estatus, por edad o por el dinero que ha pagado el club en cada fichaje».

De momento, Mourinho se queda con cuatro jugadores. «No hemos podido trabajar la táctica en conjunto. Ha habido principios tácticos en pequeños grupos. Pedro León, Canales, Higuaí­n y Cristiano han entendido muy bien cómo ocupar los espacios. Después podemos hablar de talento, pero el equilibrio es fundamental», analizó. Ha pedido a Higuaí­n que se sacrifique más en las labores defensivas. «Es el top: marca goles y eso es lo básico. Sus movimientos son inteligentes y los que juegan detrás lo encuentran con mucha facilidad. Me gusta que trabaje más el aspecto defensivo cuando el equipo pierde la pelota y en eso está mejorando. Contra los Galaxy le he visto bajar a la banda a cerrar los espacios cuando quedaban cinco minutos», dice. «Haré un esfuerzo. Es difí­cil para un delantero, pero entiendo que sirve para dar respiro a los centrocampistas», asume Higuaí­n antes de subirse al avión rumbo a España.

Tras 12 dí­as de pretemporada, a Mourinho le preguntaron también qué diferencias hay entre el Madrid que se encontró y el de hoy: «Estamos construyendo un modo de estar en grupo. Quiero un grupo a mi medida: fuerte, con ambición, sin miedo a la crí­tica. Poco a poco, lo estamos armando y llegaremos a Mallorca [primer partido de la Liga] preparados. Luego, futbolí­sticamente, cada entrenador tiene su Biblia: Pellegrini tení­a la suya y yo la mí­a…».