La Luna, ciencia, tecnologí­a y ficción


La Luna fue el objetivo desde el inicio de los vuelos espaciales. En pleno contexto de la Guerra Frí­a, los Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) hací­an esfuerzos por llegar a ese cuerpo celeste de origen frí­o que constituye un freno entre la Tierra y el Sol para evitar la atracción y destrucción de la Tierra por el Sol.

Carlos Cáceres
ccaceresr@prodigy.net.mx

Fue en la década de los 60 -el 20 de julio de 1969- cuando el ser humano llegó a la Luna. Era la época dorada de cambios sociales, aunque para algunos también una etapa de intensas pasiones. Pero el sueño fantástico se cumplió: Neil A. Armstrong fue el astronauta de la misión Apolo XI quien llegó, por primera vez, al satélite natural de la Tierra.

La hazaña de llegar a la Luna fue el resultado final de un proceso constante de investigaciones cientí­ficas y técnicas las cuales habí­an permitido el alunizaje de sondas espaciales no tripuladas (Rangers y Surveyor) e investigar -por parte de la antigua URSS- el lado oculto de ese satélite. El 25 de mayo de 1961 el soviético Yuri Gagarin fue el primer hombre en orbitar el planeta Tierra y en 1970 una nave rusa se posó en la Luna y regreso a nuestro planeta con muestras de rocas. Era una carrera, por parte del capitalismo y el socialismo, para llegar primero a la Luna y demostrar el lado positivo de alguno de los dos sistemas económicos presentes en el mundo. Al final, puede señalarse que hubo un relevante incremento de la investigación cientí­fica y técnica, impulsada por ambas naciones.

Es imposible negar el desarrollo cientí­fico en diversas áreas de la astronomí­a, astrofí­sica, y el conocimiento de las teorí­as con relación al espacio de Albert Einstein, y otros, que prevalecí­an en la década del alunizaje. Fueron esas investigaciones las que permitieron los viajes espaciales. Por esta razón, causa sorpresa la presencia de personas que, en la actualidad, después de 40 años de ese relevante evento para la humanidad, asuman posiciones vinculadas a una teorí­a de la conspiración para indicar la falsedad de ese hecho histórico, con fotos muy discutibles, pueriles argumentos, y palabrerí­a de puristas polí­ticos. En plena Guerra Frí­a la URSS no asumió este criterio y su tecnologí­a continuó expresando la realidad: la presencia del ser humano en la Luna. Tení­an los instrumentos para probarlo.

Quienes asumen posiciones de defenestrar los adelantos de la ciencia y la técnica, presentan el mismo pensamiento de aquellos dispuestos a negar el desarrollo de la cultura maya o egipcia y hablan de la presencia de extraterrestres. Ven cascos de individuos procedentes de otras formas de vida (por ejemplo: la tumba del Señor de Pakal). Nadie ha comprobado que exista vida fuera de nuestro planeta y tampoco que sus formas de sobrevivencia hayan influido en los mayas. Sin embargo, esas personas asumen lo expuesto por cualquier canal de televisión y repiten sin confirmar (también se llama propaganda negra). En el fondo de estos planteamientos se encuentra una actitud de discriminación: «Pero los mayas enterrados en templos eran normalmente celebridades. ¿Qué hizo pensar a los mayas que el señor Pakal era una celebridad? Todo esto hace pensar que este individuo era un ser extraterrestre que aterrizó en territorio maya y compartió con ellos distintos conocimientos, hasta el punto de ser considerado una deidad». Esta es la explicación de una persona que no tiene idea de lo que es la ciencia. Al afirmar que (…) todo hace pensar?» sólo transmite duda con su exposición.

Los proponentes que se manifiestan en contra de la teorí­a del complot han dado explicaciones racionales. Han demostrado con hechos basados en la ciencia las ocurrencias de quienes niegan el adelanto cientí­fico y técnico. Puede, entonces, calificarse de infundado cualquier teorí­a del complot que niegue la presencia del ser humano en la Luna.

Pero no se trata de entrar en discusiones con relación a los poseedores de la verdad o quienes estén contra ella. Es necesario poseer un amplio sentido de tolerancia y aceptar las ideas de todos. Siempre existirá la zona, dimensión o mercado, para los que deseen escuchar o exponer cualquier necedad. No faltan ciudadanas o ciudadanos cuya atención se centre en lo que desean escuchar y si su criterio no coincide con la realidad, pues peor para la realidad. Prestan especial cuidado a controversias, sin importar si son o no verdad. Pero, la ciencia es conocimiento que se puede demostrar. Nos ayuda a vivir. Posiblemente, la inmediata implicación del ser humano en la Luna es la gran posibilidad que tienen hoy hombres y mujeres de avanzar con base a la aplicación de una metodologí­a y que el conocimiento cientí­fico es comprobable. El gran salto de la humanidad no es más que la presencia de la ciencia y la técnica para lograr un mayor desarrollo y bienestar. La historia de los seres humanos demuestra esta afirmación.