La lluvia se ensaña en nordeste brasileño


Vista aérea del rí­o Mandau, el cual se desbordó, provocando inundaciones en Uniao dos Palmares, en Alagoas, Brasil. FOTO LA HORA: AFP Tercio CAPPELLO

Las lluvias que dejaron al menos 44 muertos desde el sábado en el nordeste brasileño amainaron hoy y aumentaban las esperanzas de encontrar a cientos de desaparecidos, que pudieron haber sido arrastrados por el lodo y las aguas.


Habitantes de Alagoas observan la inundación en las afueras de sus viviendas. FOTO LA HORA: AFP Thiago SAMPAIO

Si bien el número de ví­ctimas fatales se mantiene desde el martes, las dificultades de los socorristas para acceder a sitios aislados alimenta el temor de que la cifra de muertos se dispare cuando las brigadas de rescate alcancen esas zonas. Incluso muchos pobladores no han logrado acceder a lo que quedó de sus viviendas, destruidas por el arrastre.

La preocupación es patente entre las autoridades, que no logran determinar con certeza cuántas personas fueron llevadas por las aguas, quedaron bajo el lodo, o buscaron refugio por su cuenta.

Localidades enteras quedaron arrasadas en los estados de Alagoas y Pernambuco; iglesias, escuelas y hospitales están totalmente bajo agua o desaparecieron arrastradas por la fuerza de las correntadas, que convirtieron a calles de poblados y ciudades, en verdaderos rí­os.

«La tragedia es total, la ciudad (de Maceió, capital de Alagoas) quedó paralizada», resumió un vocero de los bomberos a la AFP.

«Acabó con nuestra ciudad. Acabó todo», afirmó entre lágrimas una vecina del municipio de Palmares en Pernambuco a la cadena televisiva Globonews.

La Defensa Civil señala hasta el momento, en base a denuncias, relatos y estimaciones de los lugareños, que unas 600 personas están desaparecidas. Pero el gobernador del estado de Alagoas, Teotonio Vilela Filho, dijo que podrí­an ser 1.000 los desaparecidos, y señaló que los cadáveres están llegando a las playas.

Solo el martes por la tarde, luego de casi tres dí­as de intensas lluvias, los rescatistas pudieron comenzar a trabajar en algunas zonas anegadas para intentar determinar si hay cuerpos atrapados. El miércoles amaneció sin lluvias fuertes en la región, y eso deberí­a permitir que los trabajos de búsqueda progresen.

Las tareas son especialmente intensas en el valle del rí­o Mundaú, en la parte de su cauce que pasa por Alagoas, donde poblados ribereños enteros fueron «borrados del mapa» por la crecida, según relatos de los bomberos.

De acuerdo con televisoras locales, en el municipio de Paudalho, ubicado en la ribera del rí­o Capibaribe en Pernambuco, un hospital para 300 pacientes desapareció arrastrado por las aguas, y los enfermos son atendidos en lugares cercanos que conservaron el techo.

La situación es dramática debido a que muchos de los municipios afectados son extremadamente pobres.

Las autoridades piden donativos para los damnificados, que ya superan los 180.000 según estimaciones oficiales. Varias toneladas de alimentos, medicamentos, colchones y abrigos llegaron de distintos puntos del paí­s, señaló un vocero de los bomberos a la AFP, y en algunos lugares, la distribución se hace solo mediante helicópteros.

El presidente Luiz Inacio Lula da Silva anunció que el jueves sobrevolará las zonas inundadas, y el gobierno otorgó el martes 55 millones de dólares para los estados afectados.

En Pernambuco, donde se originaron las lluvias y crecientes, 12 personas murieron, casi 18.000 están sin vivienda y más de 24.000 debieron ser evacuadas, según la Defensa Civil.

En Alagoas en tanto, 29 personas fallecieron, al menos 26.000 perdieron sus casas y 47.000 han sido evacuadas.

A estas cifras se suman quienes están viviendo en sus casas inundadas.

Brasil, un gigante de 8,5 millones de km2 tiene regiones de clima tropical que suelen verse afectadas por lluvias e inundaciones. Pero el año 2010 ha sido especialmente duro para el paí­s sudamericano.

Al comienzo mismo del año, la localidad turí­stica de Angra dos Reis (sudeste) y su vecina Ilha Grande se vieron golpeadas por deslizamientos de tierra causados por fuertes lluvias, con saldo de más de 50 muertos.

Y los brasileños todaví­a tienen frescas en su memoria las terribles imágenes de los desmoronamientos de «favelas» en Rio de Janeiro y ciudades aledañas en abril pasado, una catástrofe que dejó una cifra indeterminada de muertos bajo el barro y los escombros, cientos de desaparecidos, y 229 cuerpos recuperados.