Tal y como lo afirmamos el mismo día en que se produjo el fatal accidente de un bus extraurbano que cobró casi 50 vidas, a los guatemaltecos ya nos pasó la llamarada de tusa que fue la ola de preocupación por las deficientes medidas existentes en materia de transporte colectivo. Luego de cientos de artículos clamando por normas más severas para regular adecuadamente el servicio de transporte de pasajeros, de pomposas declaraciones de los funcionarios explicando los planes que tenían para evitar accidentes y de programas en las radiodifusoras y canales de televisión abordando la complejidad del tema, al día de hoy ya nadie se acuerda del accidente y, menos aún, los funcionarios que bajo la presión de esos días aciagos sintieron la obligación de dar la cara.
Es la eterna historia de nuestro país, donde todos los problemas son apenas flor de un día porque al poco tiempo surge otro problema de igual o mayor envergadura que saca el clavo, que ocupa los espacios y la preocupación ciudadana para centrar el debate, por unas horas, en otro más de los incontables temas que llenan la agenda de materias pendientes que hay en el país.
Nada ha cambiado hoy con respecto al 9 de septiembre, hace casi un mes, cuando los habitantes de San Martín Jilotepeque sufrieron el severo golpe de perder casi cinco decenas de vidas por la combinación de impericia, codicia e irresponsabilidad de un piloto, facilitado todo por la ausencia de controles y de mecanismos para mejorar la seguridad en el transporte.
Y poco va a cambiar, puesto que desafortunadamente ya caímos en ese marasmo tan conocido por los guatemaltecos en el que se pierde el empuje, el entusiasmo y la oportunidad para impulsar los cambios que el país necesita. Son tantos, ha de pensar la gente, que para qué vamos a preocuparnos tantos por alguno como el que tiene que ver con la anarquía que hay en el transporte de pasajeros.
En España el choque de un tren provocó medidas drásticas inmediatas para corregir las fallas que pueden generar ese tipo de percances. En cualquier otro país del mundo, las autoridades reaccionan de inmediato estableciendo y mejorando controles en los puntos flacos del sistema para mejorar su calidad y asegurar la vida de los usuarios. En Guatemala se levantó un impresionante clamor el día del accidente, mismo que se mantuvo dos o tres días, exigiendo drásticas sanciones a los pícaros transportistas que entregan las unidades a sus “gerentes de operaciones”, como cínicamente les dicen a los pilotos que se tienen que hacer su sueldo rellenando y sobrecargando unidades, para terminar en lo de siempre: olvidando el tema.
Minutero:
Los buses corren veloces
sin poder que les regule
y al silenciarse las voces
no hay poder que los recule