La llamada más dulce


Eduardo-Blandon-Nueva

 Uno debería, como el profesor sensato con sus alumnos, evitar comentar los despropósitos con los que nuestros políticos nos tienen acostumbrados.  Justo como la perla que soltó nuestra Baldetti, al afirmar que es nuestra madre postiza.  No debería el periodismo comentar la tontería porque, como en una clase, se nos puede ir el tiempo divagando en necedades.

Eduardo Blandón


Y cuando digo “nuestra Baldetti” es una forma también de caer en el juego al sentirla como propia.  Tan mentirosa la expresión como ridícula la de la Vicepresidente.  ¿Puede haber alguien que la sienta como madre?  No lo creo, y la prueba está en la lluvia de comentarios subidos a la red, vía Twitter y Facebook, manifestando el deseo en todo caso de ser huérfano.

No se hable más del asunto.  Aunque si de espantos hablamos, deberíamos referirnos a la imbecilidad del Congreso al determinar que “no hubo genocidio”… y punto.  Una declaración con la que pretenden los “padres de la patria” (y seguimos con los rollos de familia “ridícula”) silenciar una denuncia que no se toman la molestia de discutir.  Lo que resume cínicamente el presidente del parlamento al explicar que “la intención es olvidar el pasado -pasar la página-, construir el país y no seguirse haciendo bolas” (mutatis mutandi).

Con lo que se evidencia que en los dos poderes principales del Estado (Ejecutivo, y Legislativo) hay carencia de materia gris, sentido de la historia y sensibilidad.  Pero, además, revela, como el caso del Congreso de la República, el maridaje de los diputados con los delincuentes y asesinos que protagonizaron los abusos del pasado.  Solo por eso debería la historia recordar con vergüenza al hijo putativo (ahora sí) de Efraín Ríos Montt, Arístides Crespo.

Hablo de vergüenza, pero olvido que nuestros políticos en el ejercicio de su profesión la pierden en el camino.  O quizá mejor nunca la tuvieron.  Nacieron enfermos, deficientes, con ceguera moral.  Y si fue, como dice el filósofo Séneca “no sabe tornar a su dueño la vergüenza que se fue”.

Se atribuye a Khalil Gibran una frase que expresa lo sagrado de la madre (concluyo el tema): “La más bella palabra en labios de un hombre es la palabra madre, y la llamada más dulce: madre mía”.  Qué horror pensar en la Baldetti al leer esto.