Muere Gabriel García Márquez, escritor colombiano, Premio Nobel de la Literatura. Muchas personas en el mundo se encuentran consternadas ante su deceso, y de manera posible no han faltado lágrimas ante este evento. Él, conocido por quienes gustan y acceden a la literatura, se convirtió en un compañero ante la soledad de mucha gente. Comprendió, descifró, contextualizó verdades, recreó ilusiones, sonrisas, picardías, narró tristezas e injusticias, despertó instintos, agudizó conocimientos y un pensar crítico, reveló la historia de los pueblos latinoamericanos. Porque Macondo, existe en cualquier lugar de América Latina.
En poco tiempo han muerto inolvidables escritores, Benedetti, Saramago y ahora García Márquez. La literatura tiene aportaciones de suma importancia para nuestra existencia y nuestro buen vivir. José Saramago dice al respecto: “Ayúdate, que la literatura te ayudará”. Es de considerar que los libros y la literatura en específico proporcionan una ayuda terapéutica en muchos casos. Cuando leemos, nos llegamos a sentir en compañía de esos personajes que viven dentro de nuestras lecturas, es posible que nos identifiquemos con alguno de ellos, pero también que nos produzcan escozor. El lenguaje y por consiguiente proceso del pensamiento sufre una ampliación, con un ordenamiento y cuestionamiento de ideas, por lo cual se edifica una superior comprensión de la realidad.
Toda persona tiene un relato personal y las novelas, los cuentos, poemas entre otros confieren la posibilidad de realizar nuevos, y enfocarse hacia una nueva narrativa, tal vez, desde la propia. Con variaciones en el proceso de pensamiento, que contrastan con la narración inicial.
Los libros nos acompañan a atender otros argumentos cuando los conferidos por nuestra vida posiblemente nos sean ingratos e indeseables. Con ellos viajamos a otros lugares, conocemos a otras personas con dinámicas iguales o diferentes, fortalecemos nuestra empatía y proximidad con nuestros semejantes, así como la capacidad de comprensión. Nos ayudan a ahondar en el sentido de identidad y de pertenencia., además de proporcionarnos placer.
La terapia narrativa se basa precisamente en el surgir de nuevos relatos o argumentos, ya que ante un único relato, la persona paraliza la vida, deja de observar una realidad paralela, sufre ante su cargante, exasperante y persistente argumento. De tal manera que se siente socavada y es probable, que también surjan mellas hacia sus interlocutores.
Mario Vargas llosa, escritor Premio Nobel, en una ponencia acerca de la importancia de la literatura afirma que no debería ser una materia prescindible en la educación, sino de manera contraria, ya que esta traspasa todos los niveles de la existencia. Que sin la literatura y las palabras enfrentaríamos un conflicto babélico. Posiblemente tendríamos un retroceso en la historia a tal punto que nuestro lenguaje se convertiría en una manifestación primitiva, afásica y/o apráxica; y algo importante, el sexo solamente sería producto de un instinto animal, en donde, la sensualidad y el erotismo no tendrían cabida.
A mi forma de ver este es un tópico en el cual personas versadas nos ayudarían a discernir, siendo ventajoso escuchar sus opiniones. Pero desde la perspectiva terapéutica considero que es válido realizar estos miramientos. Ya que muchos escritores ayudan a fortalecer nuestra espiritualidad, pensamiento crítico y creativo, la imaginación y la mirada a nuestra propia existencia, además de darnos consuelo, compañía y felicidad. Por lo que se convierten también en psicoterapeutas, acompañantes, amigos, familia… Por lo que cada vez que uno de ellos muere, nuestro dolor se hace entendible. Sus libros perdurarán, pero su muerte ratifica la desaparición de ese vínculo imaginario que creemos existente con el autor. Además no podremos volver a leer una de sus nuevas obras y posible está, que no llegue a existir quién pueda brindarnos algo semejante.