LA LILA MI MUJER


Es con cierta frecuencia que en mi consultorio le pregunto a mis pacientes: «y usted? ¿de cuántos años se quisiera morir?». La inmensa mayorí­a de ellos responde: «lo que el Señor me quiera conceder».

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Y, si el Señor le dijera: «Te la voy a poner más fácil, dime tú, cuántos años quisieras vivir y yo te lo concederé; usted, ¿cuántos años le pedirí­a?

A esa mi pregunta, generalmente le sigue una pausa, durante la cual el paciente amigo antes de decidirse, piensa y baraja algunas cifras que toman en cuenta los acontecimientos por venir y de los cuales nietos y bisnietos, serán los protagonistas, tales como graduaciones universitarias, matrimonios y nacimientos, pero, también cuenta muchí­simo la soledad, la viudez y también, en mucho, el tener amigos y plata para no depender.

«Bueno, mire doctor, si acaso estoy en aceptables condiciones de salud fí­sica y mental, me gustarí­a vivir hasta los 85». Esa es la edad más frecuentemente escogida.

Hay, como es natural, casos de casos, como el de la ancianita que vive solitaria y que me dice: ¡¡Ay doctor, ¿por qué será que el Señor no me recoge?!!

Y me recuerdo del caso de un viejecito de 96, prácticamente inválido y a quien lo cuidaba su abnegada y anciana mujer. La sufrida esposa, al oí­r la respuesta que me dio su marido, se estremeció de auténtica sorpresa y algo de miedo. Es que su marido habí­a dicho que, para él, 100 serí­an suficientes. No he vuelto a tener otro caso así­.

Cuando uno tiene gentes a quienes querer y que se siente querido, no se quiere morir. No quiere desprenderse de aquellos a quienes ama y que lo aman. Y ese es el caso de la Lila mi mujer.

La Lila nació el 4 de julio de 1931, es decir que hace dos dí­as cumplió 76. Los ha vivido a cabalidad. Fue mediante tres cesáreas, una cada año, 1951, 52 y 53 que, cuando viví­amos en New York nos regaló con nuestros hijos Marí­a Mercedes, José Carlos y Carmen Elena, quienes, a su vez nos han regalado 12 nietos, 8 bisnietos, y otros dos que ya vienen en camino para que así­ ajustemos los 10. Fueron esos abrazos, de hace dos dí­as, los que con sus correspondientes «que las pase muy felices», hicieron que la Lila pasara un cumpleaños muy feliz.

No cabe duda que el sentirse abrumada de cariño le permite a la Lila soportar los dolores que a diario le afectan por la fibromialgia, el glaucoma de sus ojos y los regaños de su marido que sinceramente creo, son lo que más la enferman. Pero ahí­ va, contenta, dando, todos los dí­as, diarias gracias a Dios por poder despertar y levantarse, y pedirle a su í­ntima amiga, Marí­a, que la ayuda a sonreí­r y a decir que sí­, a todos los reclamos de éste matasanos.

Ha sido una vida para alegrí­a de los que con ella compartimos nuestra existencia.

La Lila la ha sabido vivir a lo largo y a lo ancho encontrándole un sentido a su dolor. Es que ha sido amada y ha amado mucho. Por eso es que ella, al hacerle aquella pregunta, ¿a cuántos quieres llegar? nos contesta: «cuando cumpla 85 se los voy a decir».

Y le repito: como tengo miedo de morirme después de ti, por favor pí­dele que te conceda, por lo menos, 90.