La libertad de cultos y los mayas


Alboroto el que se armó con el deseo de venir a Guatemala el «anticristo, el puertorriqueño José Luis Miranda, (olvidado en estos dí­as), alboroto en el que participaron respetables columnistas quienes desde diversos puntos de vista coincidieron con el precepto constitucional nuestro de la libertad de cultos, y abogaban porque se le permitiera la entrada, la que también amparada en nuestras leyes finalmente se le prohibió. Pero lo simpático del asunto es que Miranda en desafí­o a nuestras leyes respectivas dijo que de cualquier manera entrarí­a porque él es un ciudadano norteamericano.

José Antonio Garcí­a Urrea

Pero ocurre que Guatemala es un paí­s libre y soberanamente independiente, no asociado, y por lo tanto no está sujeto a las leyes estadounidenses como Puerto Rico. Por lo visto, eso lo ignora Miranda. En contraposición los EE.UU. vedan el ingreso a ese paí­s no sólo a guatemaltecos, sino a ciudadanos de otras regiones del mundo, porque su presencia se considera perjudicial para la defensa de sus diversos intereses, y dentro de ese ineludible derecho quien pretenda entrar no va a decir: «Yo entro porque me da la gana», para eso está la «migra» que lo pone de alitas en un avión y lo deporta a su paí­s de origen o de otro vecino. Si no, que lo digan los «migrantes» y el muro, o los muros que se han construido en lugares fronterizos.

Pero el otro ángulo del «affaire», que no tiene nada que ver con el lí­der entacuchado anunciado en una prefesí­a, es el echo de que no se ha armado el mismo escándalo cuando se trata de la religión maya, que incluso vinieron y vienen los de afuera para destruirla y enquistar otras, como los invasores españoles de aquellos tiempos, a sangre, espada y fuego, por más que Su Santidad, el Papa alemán actual, diga que los nativos los estaban esperando como agua de mayo para que «los evangelizaran». Los mayas tienen uno y mil tropiezos para practicar sus ritos en su propia tierra, parece que ese precepto constitucional de la libertad de cultos no les es aplicable, aún cuando la religión maya, que es la nuestra, la del Corazón del Cielo, Corazón de la Tierra, debiéramos profesarla sin cortapisas todos los guatemaltecos y venerar nuestra biblia, el sagrado Popul Vuh.

Defendamos y practiquemos primero lo nuestro, y que lo ajeno, se acoja, si quiere, a ese precepto constitucional sin interferir en lo nuestro. Respetemos para que nos respeten.

íTEM MíS: El Cardenal que le escribió ese discurso al Papa, como decimos los chapines: «Lo planchó».